Fidel en caída libre
Siguiendo con el tema de Fidel Castro, aunque a algunos no les gustó nada mi artículo de hace unas semanas, no tenemos por menos que , los que le hemos tenido respeto en una cierta época, ahora revisemos cómo nos parece que está la situación. Con los datos que tenemos, habiendo estado en Cuba, por supuesto, y con la atención puesta en cuanto se refiere a aquella maravillosa isla, podemos encontrarnos en la libertad de opinar sobre el líder más carismático de los últimos 50 años. Lo que sí parece haber conseguido es crear escuela ; después de tantos años en los que la revolución ha conseguido tanto y tan poco , surgen ahora unos cuantos émulos del Comandante: Chávez en Venezuela y Evo en Bolivia. Ya consiguió adeptos fieles y seguidores en la Nicaragua sandinista, que llevaron al país a un sueño, que tampoco se concretó.
La revolución era para acabar con la miseria, ilustrar al pueblo y hacerlo libre, pero algunos conceptos no parecen haberse llevado al mejor puerto de los posibles.
Ciertamente se ha escolarizado a la población, que es, en general, muy culta, se le ha preparado técnicamente en una proporción mayor que incluso en Europa, pero no se les ha dado solución para el resto de su vida, para desarrollar esa capacidad tan bien definida. La libertad, como en la antigua URSS, no estaba prevista en la forma que el pueblo parece preferir. La miseria no se ha acabado sino que se ha repartido milimétricamente. Si en la Cuba de Batista había pobres y ricos, ahora sólo hay pobres, nadie está sobre nadie, pero todos malviven exactamente igual. Preguntadle, críticos míos, a los jóvenes cubanos si quieren seguir así, en voz baja, por supuesto. Los mismos que van a la Plaza de la Revolución a gritar consignas de “Patria o muerte, venceremos” te dirán que a ver cómo se puede salir de allí. Y no creo que me haya encontrado yo con los tres radicales que odian a Fidel.
En Venezuela, el populista Chávez ha hecho suya la parafernalia del camarada Fidel, con todo el teatro llevado a escena. Pero ese país sí es rico, aunque mal repartido; hasta ahora el reparto no se ve en las calles de Caracas, yo al menos no lo he visto. Dar cédula de propiedad a las miles de chabolas que rodean la capital no es mejorar sino certificar la miseria y la separación de clases.
Un Chávez que, aunque es cierto está rodeado por los ladrones más profesionales del continente, está respaldado como para repartir una riqueza que sí tiene y no lo hace, el jodío. El discurso antiimperialista le funciona tan bien como a Fidel, y ello aglutina en el nacionalismo a los más indocumentados, que en Venezuela sí que son la mayoría. Tampoco, está claro, ha sabido repartir cultura.
El tercer discípulo, Evo Morales, el pobre también va dando bandazos; suscitó muchas esperanzas (en mí mismo) pero o no sabe con qué se enfrentaba o acaba de caer de un guindo.
Las intenciones eran buenas, aunque no le convinieran a empresas españolas, pero subirse encima de la democracia no parece lo más apropiado, ni poner lo indígena por encima del occidentalismo debe ser tan fáci; el hombre lo intenta, pero al final el mismo discurso antiyanqui es lo que lo salva por los puntos. Pero una cosa es criticarlos y otra ver la esperanza en el otro lado, que hay que hacer crítica constructiva: los opositores de uno y de otro son la canalla que más ha robado en ese continente.
La cuestión es: o avanzamos con lo que tenemos que no es ninguna maravilla y no acaban de conseguir para sus pueblos lo que les prometieron o nos dejamos caer en manos de esa mala gente que representa el enemigo del norte, ese reaccionario por naturaleza (Bush en este momento) , que al fin y al cabo roban más y mejor. Los suramericanos llevan tantos años soportando humillaciones que desde aquí nos pueden parecer indolentes, pero sin duda sufren en silencio, son la gente más concienciada políticamente, viven la acción social más que los europeos, viven la calle y se resienten de cada palabra de sus líderes, lo que aquí ya no nos pasa.