La Ermita de San Lázaro, aguas milagrosas y procesión

Por Andrés Alejandro García Caro
Lorca tiene cuatro barrios altos en su casco histórico: San Juan, Santa María, San Pedro y San Lázaro. Este último es el barrio más en bajo sobre el terreno de los cuatro, famoso por su paseo, por su rambla y por sus gentes amables y humildes, de las que en verano te encuentras al atardecer sentadas en sus puertas tomando el agradable fresco.

Sin embargo hay un parte del patrimonio histórico lorquino de este barrio que la gente en su mayoría desconoce. Hablamos de la Ermita de Nuestra Señora de los Remedios de San Lázaro, situada en lo más alto de este barrio, dominando el horizonte. De ella quedan hoy en día paredes, remaches arquitectónicos, decoraciones estilísticas y quien sabe si algo más nos aguarda en su interior. Esta construcción religiosa es considerada por muchos historiadores junto a la Ermita de San Clemente, situada en el interior del Castillo de Lorca, la más antigua de Lorca, aunque la falta de documentos e investigación arqueológica de la misma no nos apoya en esta postura hasta que no se haga lo contrario. Antes del descubrimiento del barrio judío-medieval descubierto en el año 2003 algunos historiadores como por ejemplo el lorquino Espín Rael, opinaban que en la Ermita de San Lázaro se encontraba en dicho barrio judío-medieval, opción que evidentemente a día de hoy se ha descartado. Se sabe también que de esta ermita existía y existe por comprobación personal del escritor de estas palabras un nacimiento de agua natural que por lo menos data del Siglo XVI, pues queda constancia que el templo fue sometido a reformas en los siglos XVI y XVIII d.C., es decir que desde hace más de 500 años al menos, es conocido por los vecinos del lugar como curador de diversas enfermedades mediante el beber de esta agua. Otra de las fuentes importantes que tenemos sobre este edificio son unas palabras del guardián de la Real Virgen de las Huertas e historiador de Lorca Fray Pedro Morote durante el siglo XVIII, este dice que se sitúa en la Montaña donde en verano surgen unos agradables aires frescos que discurren por la parte poniente de la Ciudad de Lorca y de sus aguas van a curarse enfermos, por el del santo protector de los leprosos y a cuyo santo se le hacía poco después de la Semana Santa de Lorca una procesión. Qué nos encontraremos debajo de sus ruinas, qué se puede restaurar y cuál es su verdadero papel en la Historia de la formación de la Lorca medieval y moderna, nadie lo sabe ni sabremos, hasta que se trabaje sobre sus restos algún día. Cabe destacar que en el año 1928 aun se encontraba en pie la ermita con su techumbre mudéjar y que tras la guerra civil, esta fue destruida, llegando a nuestros días como la conocemos hoy. De su patrimonio material tras la guerra se pudieron salvar dos obras pictóricas que representan a San José y Santa Catalina y que hoy se conservan en San Patricio, así como también un trozo de artesonado conservado y expuesto en el Fondo Cultural Espín de la Ciudad de Lorca.

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