Curanderos lorquinos
Andrés A. GARCÍA CARO
Todos sabemos o tenemos aunque sea una leve idea en nuestra cabeza de lo que significa el personaje tradicional de curandero. Aun así vamos a dar la definición oficial que el diccionario de la Real Academia de la lengua española nos ofrece para esta singular sin duda palabra, así no caeremos en invenciones ni dudas. Curandero es el equivalente moderno de la figura del chamán, o del hierbero. Un personaje al que la gente recurre para sanarse físicamente, o para quitarse el llamado mal de ojo, o trabajo de brujo. La forma de curación utilizada por los curanderos en términos pequeños no se corresponde con la de la medicina occidental donde todo el enfoque esta sobre el cuerpo físico. Un curandero es, en teoría, una persona que a través del espíritu cura el cuerpo físico, o a decirlo de otra manera a través de lo espiritual se cura lo físico. Los curanderos históricamente se pierden en las noches del tiempo y determinar un origen es tan dificultoso como la propia definición de aquello que practican estas personas tan repudiadas por la medicina occidental y por supuesto no tomadas de ningún modo en serio siendo muchas veces por no decir casi siempre señalados como personas dañinas que dejan en paños menos el honor de un médico avalado por una Universidad y unos estudios. En Lorca tenemos constancia de ellos en la Edad Media ya pero es en el Siglo XVIII cuando el propio correr de boca en boca y fama que han tenido los curanderos sobre todo entre el pueblo llano han hecho que hoy en día sean citados en numerosas investigaciones y sepamos el nombres y apellidos de algunos de ellos. A continuación citaremos algunos que el ilustre lorquino Don José Sala Just (1859 – 1929) cita en uno de sus libros gracias a la gran memoria que este tenía y que gracias también a su meritoria labor ha podido legar a las generaciones de hoy de lorquinos que por poco, se incluye un servidor que escribe este artículo, no llegamos a conocer esta figura de nuestra Historia. El tio Juan vivía en la diputación lorquina de La Tova y curaba poniendo el pie en la parte dañada, y recomendaba hierbas y un plan vegetariano. Otro que vivía en el Barronco Hondo curaba colocando ramitas de caña en forma de cruz sobre la parte dolorida o herida del cuerpo. El “Tio Redondo” que era de Totana y curaba los verrugas malignas con preparados caseros. Fue denunciando varias veces, su hijo se hizo médico y curaba los canceres incipientes. La Tía Sacramentos vivió en el Barrio San Cristobal que entraba en tránsito para curar y los clientes hacía cola para verla. Otro gran curandero según el habla popular era el Tío Juan Guirao de Aguaderas (Lorca) que se especializaba este curandero en fracturas de huesos. Sucesores de éste último se hicieron médicos que prestigiaban la profesión. Y así había una larga lista en Lorca de curanderos, muchos invocaban frases para curar como la siguiente con la que nos despedimos: “Yo fui al estado de Jerusalén fui mal y vine bien que se le cure la boca a usted”