Todo es relativo

Conocí, hace muchos años, un hombre de conducta intachable, fuerte carácter y firmes principios morales, que se vio obligado, en cierta ocasión, a dar un discurso, por el cargo que ocupaba, y, aunque lo intentó, no pudo eludir ese compromiso.

Después de varios días de gran preocupación y sin poder reconciliar el sueño ante la gran responsabilidad a la que debía enfrentarse, llegó el momento de subirse a la tarima para presentar su alocución.

Comenzó su intervención dando un puñetazo seco sobre la mesa, lo cual atrajo la atención de todos los presentes; a continuación empezó a gesticular de forma exagerada moviendo su boca articulando palabras, pero sin que ningún sonido saliera de su garganta.

De vez en cuando, su dedo índice apuntaba a un lugar o a otro y, seguidamente, volvía a dar un puñetazo sobre la mesa. Después de quince minutos con esta mímica concluyó golpeando con ambas manos la mesa y pronunciando un audible: “He dicho”.

Durante los momentos de silencio absoluto que siguieron, a D. Francisco S. le temblaban las piernas, hasta que los asistentes comenzaron a reír a carcajadas y a aplaudir con gran entusiasmo. Corría el año 1936 y unos meses después estalló la guerra nacional. Él salió airoso del trance.

Observo en la actualidad a personas “muy doctas” que se pasan la vida emitiendo opiniones sobre asuntos diversos. Sin tener conocimientos históricos, sin formación en leyes, sin discernimiento político y sin base moral alguna “pasean su lengua” por todo lo humano y lo divino, como si alguien los hubiera nombrado jueces, profesores de historia y licenciados en ciencias políticas y sociales; y se encuentran ellos con capacidad para hablar “ex cátedra”, “urbi et orbi”, con toda su peculiar sabiduría dando lecciones a cuántos se hallan a su alrededor.

La ignorancia, ciertamente, es muy atrevida y hace creer a los que la ostentan que son sujetos de admiración por sus “conocimientos”. Nada más lejos de la verdad. Tú te declaras abiertamente en contra de la pena de muerte ¡faltaría más!, pero si un individuo asalta a tu hija de catorce años, le propina una paliza y la viola, tú mismo apretarías el botón de la silla eléctrica para matarlo, si te dieran esa oportunidad.

Y tú, que defiendes la libertad de palabra para todos, puesto que vivimos en democracia, le impides a tu hijo que te explique el motivo por el que ha hecho algo que tu no quieres y le cortas con un “tú te callas”.

Y tú, que acusas la osadía y la maldad de Israel porque pretende defender lo que ellos llaman su territorio, llevarás a los tribunales a tu vecino por hacer su valla cogiendo medio metro del terreno de tu jardín; eso sí, después de haberle cantado “las cuarenta” a tu vecino y haberle insultado (si lo consideras oportuno) por su temeridad.

Y es que TODO ES RELATIVO, porque “según tocan, así duele” y cambiarás de opinión en base a tus intereses, y eso es tan real como la vida misma. Por eso, y como dijo Salomón, “el que refrena sus labios es prudente”.

Mejor estar calladitos y dejar de juzgar a los demás. Y si hablamos, que sea con conocimiento de causa, estudiando la historia, intereses, situación social, estado económico y muchas cosas más que deberíamos tener en cuenta antes de abrir la boca. Lo único “absoluto” es DIOS, porque en ÉL se reúne todo el conocimiento, toda la verdad, toda la vida y toda la justicia.

Esta web utiliza cookies para que tengas la mejor experiencia de usuario. Si continúas navegando estás dando tu consentimiento para la aceptación de las mencionadas cookies y la aceptación de nuestra política de cookies, pincha el enlace para más información.

ACEPTAR
Aviso de cookies