Aforismos mañaneros del vago estío
Este artículo llega tarde, amigo lector, por causas ajenas a mi voluntad. Fue escrito a salto de mata, ante hermosas catedrales, en plazas encantadoras y recoletas, en cafés antiguos de solera tertuliana y literaria, en diversas ciudades de España privilegiadas por su historia y su naturaleza.
Ha nacido de mi ocio estival.
No es, en absoluto, un ensayo, sino una colección de sentencias, máximas y reflexiones diversas, que presento en el mismo desorden de su escritura inicial.
Un desorden orgánico que se aviene bien con la naturaleza fragmentaria de estos pensamientos, con un núcleo esperanzado, irónico, amargo o burlón, que cada lector deberá saborear a su gusto, poco a poco, tomándose su tiempo.
Dé, pues, comienzo sin más tardanza a su lectura.
– Ser es dejar ser; ser es ayudar a ser.
– Vivir es ver volver.
– Tener y temer se asemejan, incluso fonéticamente.
– Mi vertiente más lúcida nace del sueño.
– Le esperan sorpresas a quien nada espera.
– Nuestra sombra nos prueba que somos reales; nuestra imaginación nos prueba que somos más que reales.
– Los sueños se petrifican en la realidad y se disuelven en las metáforas.
– Cuando dejamos de ser literales, la realidad se libera de la tiranía de lo real.
– Nada es más cierto que la incertidumbre, nada es más mudable que la verdad, nada es más oscuro que el dogma.
– Nadie está más lejos de los otros que quien se esconde en un exilio interior.
– La soledad entre muchos duele más que la soledad aislada.
– La soledad anhelada y querida no es soledad, sino plenitud.
– La más piadosa de las ilusiones es la de que no estamos solos: solos afrontamos el nacimiento, la muerte y las grandes experiencias iluminadoras de la existencia, sobre todo las más dolorosas.
– La democracia es la más disimulada de las dictaduras, y tiende a ser la más perfecta y perdurable.
– Sacrificando siempre los superfluo a lo urgente, conseguimos vidas sin interés, supeditadas a la mera supervivencia.
– Si se refinara y agudizara el sentido de la belleza, seríamos más felices y no sería tan fácil engañarnos.
– En nuestra sociedad, la tríada platónica está totalmente devaluada: Ni se busca lo bueno, ni se procura lo bello, ni se cree en lo verdadero. Sólo ateniéndonos a esto, ya estamos condenados.
– El arte es mentira. Pero la mentira del arte verdadero es la vía más directa para alcanzar la verdad más profunda.
– Dios calla, pero ese silencio Suyo nos alimenta para siempre.
– El amor de Dios es la más oscura de las evidencias.
– El amor a Dios es el desenlace de la sabiduría, el temor a Dios es el principio de la sabiduría. ¿O no será a la inversa?
– El azul limpio de un cielo despejado, contemplado serenamente, contiene todas la beatitudes.
– Dejando al prójimo ser quien debe ser, él te facilitará que tú seas quien quieres ser.
– No aplaces nada. Las oportunidades nunca se repiten.
– Por tarde que sea, siempre hay un tren que podemos tomar. Por desgracia, no todos nos llevan a donde queremos.
– Las características y las limitaciones del alma de un pueblo están admirablemente sintetizadas en su gastronomía. Nada más patético que ese turista de nuevo cuño que busca siempre refugio en las hamburgueserías.
– La palabra, incluso la escrita, profana con frecuencia el silencio, también el silencio inmaculado de la hoja en blanco. Por eso, la escritura debería ser oficio de discretos.
– La divisa conceptista “mejor quintaesencias que fárragos” dejaría en el paro a los prolíficos autores contemporáneos de Best-seller.
– En uno de sus “Sueños”, Quevedo se ve rodeado de un tropel de gente que va a alguna parte. Entonces exclama: “¡Pasteleros hay; al infierno vamos!”.
Hoy en día habría mencionado a los políticos.
– No el bien; la bondad. No el mal; la maldad. Bastante daño se ha hecho ya combatiendo el mal en nombre del bien. En este asunto básico conviene el pragmatismo: Practicar la bondad; huir de los malvados; ésta es la regla de oro.
– “La realidad es mucha y mala”, sentenciaba Quevedo. Eso es porque el azar es ciego, la bondad no nos protege de las adversidades, y el corazón humano tiende a ser maligno.
– Afirmaba el filósofo Dilthey que toda vida humana es una combinación de azar, destino y carácter. Conviene añadir además la naturaleza del papel que nos asignamos, sea trágico, cómico o melodramático, en el guión que hemos escrito para nuestra vida.
– La gran cuestión de la Filosofía debería ser la de dilucidar si la vida merece la pena ser vivida.
– El Tiempo no cura ninguna gran herida, tan solo nos regala un poco de olvido.
– La razón humana tiende a la uniformidad y a la réplica exacta; la Naturaleza es tan desbordantemente creativa que no hace dos caras iguales, ni dos árboles, ni dos copos de nieve.
– La mente humana crea modelos; la Naturaleza crea patrones, que se repiten imbricados unos en otros en una estructura fractal.
Así, la red neuronal de un cerebro se reproduce a escala gigantesca en los agrupamientos de galaxias del Universo.
– Se pueden saborear ideas, pero no se pueden comer pensamientos. En este equívoco se basan los abusos de la “cocina de diseño”: Ésa perversión de ricos sobrealimentados.
– Cuando has vivido lo bastante, compruebas hasta qué punto las estelas del mal son más duraderas que las del bien. Las consecuencias de una buena acción se extinguen pronto. Las de una mala no se acaban nunca. Por eso está tan envenenada la realidad.
– El urbanismo es la única actividad (aparte de la política) que da recursos legales a un desalmado para expoliar al prójimo y aplastar sus derechos, en su propio beneficio, y pudiendo sostener que lo hace por el bien común.
– El urbanismo es el mejor agente humano de la entropía para aumentar el desorden en el Universo.
– El mal es el poder que siempre separa, divide y enfrenta, aunque demasiadas veces se presenta como lo contrario.
– El mal es el fluido que hincha e hipertrofia los egos, haciéndolos grandes como catedrales; desmesuradas y grotescas caricaturas de lo que deberían ser, a imagen de Satán, el mayor ególatra del Universo. Analizado ese fluido con los microscopios del alma, se parece sospechosamente a la nada.
– No sabemos lo que sabemos, pero sabemos lo que no sabemos.
– Hay que saber mirar: a veces los árboles no nos dejan ver el bosque, y a veces el bosque no nos deja ver los árboles.
– Los políticos están en pedestales, tan ajenos a todo y a todos como si fueran estatuas. Ojalá lo fueran…
– Lo peor de los políticos no es que sean corruptos. Es que, cuando ya nadie les cree, ellos llegan a creerse sus propias mentiras, llevándonos de un desastre a otra mayor.
– Demasiadas veces, el mal ha sido definido como lo que piensa quien no piensa como yo.
– Se dice que Dios escribe derecho con renglones torcidos. Al hombre le sucede lo contrario generalmente: escribe torcido con renglones derechos.