Las embajadas
Parece ser que ahora empieza a ser natural que los representantes de una pequeña parte de los españoles van a ser embajadores en el extranjero.
O sea, para ver si nos aclaramos: tenemos un ministro de asuntos exteriores que tiene como función mantener relaciones de España con el resto de países del mundo; para ello, tiene que viajar muy a menudo a los países con los que nos interesa trabajar o estar en mejores relaciones ya que , en principio, estamos bien con todos ………….los que queremos estar bien.
Para eso tenemos a Moratinos yendo de América a Europa, de Asia a África, trabajando para la totalidad de los españoles, incluso para los que se ríen de él.
Pues bien, ahora resulta que tenemos 17 ministros de exteriores más, en potencia al menos.
Ya empezó Jorge Pujol con la pepla de instalar embajadas catalanas en varios países, ahora va el Pascual Maragall y empieza su misión visitando Turquía para explicar que no tengan miedo, que los catalanes están de acuerdo en que entren en la U.E. . Vaya, lo tranquilitos que se habrán quedado los turcos con que una de las diecisiete comunidades españolas les apoyen. Ya sólo les faltan dieciséis y todo resuelto.
El otro radical, el tal Ibarreche también ha trabajado en la promoción exterior de su comunidad, frente a la desarrollada por el conjunto de la nación (de la española ,digo) .
Para un dirigente extranjero, con una población de 40 ó 80 millones de habitantes debe ser para estar riendo desde la mañana hasta la tarde-noche, que le visite alguien que no representa prácticamente a nadie, y que además tiene a alguien de rango superior que le enmienda la plana en nombre de la totalidad de los españoles.
Es como si el sargento chusquero se arrogara el papel del general de división en el avance de las tropas para afrontar una batalla.
Es como si el tal Carod Rovira viajara a China a hacer votos de comunista de toda la vida y dejar en evidencia al resto de los españoles: “ yo sí que soy comunista, como vosotros, y no los españoles esos , que no os respetan ni os quieren tanto como yo…”.
Viajes más infames ha hecho ese degenerado, pidiendo la paz sólo para su minúscula región y, a cambio, que les pongan las bombas al resto de los “españoles de mierda” .
Y todavía lo tenemos que aguantar en la tele cuando habla con subtítulos, para que entendamos sus gilipolleces, los muchos españoles que le aborrecemos.
Bien se podría hacer como se hizo una vez en Inglaterra, ignorar en todos los medios de comunicación a los nacionalistas radicales como éste.
A ver si la reunificación de las dos Coreas va a estar pendiente de la visita de Maragall para resolver el problema de tantos años y no nos hemos dado cuenta.
Luego está la extraña historia del líder crítico al presidente de Guinea Ecuatorial, el tal Severo Moto , al que se le permite vivir entre nosotros e insultar al gobierno tan ricamente, al jodío negro. Dice que la policía no tiene otro oficio que acabar con él, por encargo de Obiang (el presidente-dictador que explota a los guineanos, que un día también fueron españoles ). Y lo dice, no da pruebas y todavía sigue viviendo en Madrid a cuerpo de rey. Lo propio es que si un ciudadano extranjero viene a nuestra tierra a insultarnos es que lo despachemos con toda amabilidad.