Programas de viajes

Siempre resultan interesantes los programas de la caja tonta dedicados a viajes.
Al menos a los que nos gusta viajar compulsivamente.

Los hay de todo tipo: hechos por y para gringos, donde los locutores son auténticos niños de baba, que sobre-gesticulan y sobre-exclaman, que pasan por los sitios despreciando costumbres y sólo se paran con calma ante playas de arena blanca, pero que pasan de puntillas por un mercado árabe o por un templo hindú, ponen cara de asco a casi todas las comidas que les presentan pero aprecian las langostas junto al Caribe.

En fin, programas hechos para un público poco atrevido o de la tercera edad (que una cosa no lleva a la otra). Básicamente un público bobalicón que parece concretarse en el norteamericano.

Normalmente los presentan chicos que sobreactúan y que llevan la boca abierta casi todo el día, que son capaces de bañarse en ríos con pirañas a la espera de que un buen bocado les suba la audiencia a la estratosfera.

Ya en nuestro país, tenemos algunos programas concienzudos, llevados a cabo por el señor Pancorbo, que muestra un respeto escrupuloso por las costumbres de los lugares y las gentes que visita, remarcando lo que a la cultura española le puede chocar especialmente.

Lástima que no le dejen hacer un programa diario.

Y últimamente ha aparecido un programa, supuestamente de viajes del inefable Javier Sardá. Menos mal que ha durado poco. Joder, qué angustia.

Los costes de producción han debido ser altos, sin duda. Ciertamente, el servicio de documentación con el que ha contado sí que merece una subida de sueldo porque se ha llevado la mayor parte del tiempo localizando catalanes que viven en países lejanos. No deja de tener mérito localizar a un catalán que adiestra camellos en Omán o a una catalana que aprende la danza de los siete velos en la India, pero el empeño porque hayan de ser catalanes y olvidarse a otro montón de españoles que también están ahí fuera parece un poco despreciativo, por mucho mérito que tenga.

Por eso, aunque haya pasado por un vulgar presentador norteamericano más, por lo bobalicón que se ha mostrado ante costumbres extrañas o por disfrazarse con cara de sorna de indígena brasileño o de hindú con sedas y turbantes, no ha conseguido más que mostrarnos excelentes imágenes (como tantas otras) y a un grupo de personas originarias de una región española concreta moverse con soltura en sitios muy alejados de su cultura y de su Barcelona querida. Que puede tener la cosa una motivación numérica porque los catalanes son de los españoles que más viajan y son más atrevidos, pero no son los únicos.

Luego, ha acabado rematando algunos programas cuando se ha hecho acompañar de señoras impresentables como Loles León y Mercedes Milá, que han dado un toque de vulgaridad a su poco afortunada presencia en el extranjero. Desde mi modesto punto de vista. Como resumen crítico: ha enseñado poco, pero se ha exhibido haciendo el ganso un montón.

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