¿Somos lo que comemos?

Por María Coronado
comer-sanoCada vez nos importa más lo que comemos, y no solo por motivos de salud, sino también por el impacto negativo que la producción de alimentos a gran escala tiene en el medio ambiente. Una preocupación que ojalá durara eternamente y no tuviera fecha de caducidad. Nos sumamos a la moda del centeno, cambiamos el trigo por espelta y aumentamos el consumo de quinoa, chia o lino y todo esto nos parece maravilloso, cuando realmente el error lo estamos produciendo en la poca variedad de alimentos que consumimos diariamente, sin más, podemos preguntarnos ¿cuántas veces consumimos pescado semanalmente?, estoy cansada, de niños con obesidad que no han probado, y ni siquiera saben la forma que tiene un pescado, porque sus padres no tienen la costumbre de cocinarlo en casa, poniendo excusas como que la casa huele mal o la incomodidad de las raspas. Señores papás, los niños son lo que comen los papás, así que ya va siendo hora de empezar a dejarnos las modas y modificar los hábitos alimentarios a pie de mesa.

La inquietud por la comida cada vez va más en aumento, y debe de ser así, el último culpable es el aceite de palma. Es una grasa saturada perjudicial, sobre todo porque es el ingrediente favorito en productos procesados como la bollería industrial y las patatas fritas. Además, su cultivo desbordado en el sureste asiático a provocado la destrucción de bosques tropicales, ha puesto en peligro de extinción a gran cantidad de seres vivos como el orangután, y ha incrementado las emisiones de CO2 .

Sus efectos nocivos son conocidos desde los años noventa, según varios científicos no mata el veneno, sino la dosis. Sin este aceite, la bollería industrial no sería tan apetitosa. Además de este aceite, son otros alimentos los que se suman a la lista de sospechosos; gluten, leche con o sin lactosa, carne, azúcar. Por el momento no hay pruebas evidentes que confirmen que dejar la lactosa o el gluten beneficie a quienes no tienen una intolerancia. Lo que sí está cada día más claro, es el beneficio de las proteínas vegetales sobre las animales, hay una menor mortalidad cardiovascular y menos diagnósticos de cáncer. Con respecto al azúcar, su abuso es el principal culpable de la epidemia de obesidad.
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La dieta en España parece que cambia, se reduce el consumo de carne fresca y aumenta el de frutas y verduras. Pero los alimentos procesados permanecen igual.

Desde mi punto de vista nutricional, en nuestras casas predominan los productos ultraprocesados, muy pocas verduras, frutas y nada de pescado, demasiada comida rápida y poca cocina casera. Compañeros de profesión opinan “que la cocina se ha trasladado al sillón”, y así es. Creo que hay que dejarse las modas, y dedicar más tiempo a la lista de la compra y utilizar más los fogones. De nuestras técnicas culinarias y hábitos alimentarios depende la salud de nuestros pequeños, y sigo reafirmándome cada día más, en que hay que darle la gran importancia que tiene a la alimentación de nuestros hijos.

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