La vuelta al cole. Una nueva vuelta al cole

Un artículo de Amor García Mula, psicóloga infantil, juvenil y de familia en el Hospital Virgen del Alcázar de Lorca

Estos días gobierno y comunidades autónomas, van planteando cuál será la nueva normalidad escolar este próximo mes, con el protocolo «Medidas de prevención e higiene frente a Covid-19 para la reapertura parcial de centros educativos», que sigue criterios sanitarios para salvaguardar la salud física de nuestros hijos. Pero ¿qué pasa con la salud mental, con la gestión de emociones, con cómo sobrellevar esta aparente nueva normalidad? ¿Quién ha tenido en cuenta cómo está afectando emocionalmente todo lo que está sucediendo y los cambios a los que los niños han tenido que enfrentarse?

Bajar la ratio, separar a los niños por turnos, montar nuevas aulas en los espacios comunes, la hora del recreo por clases separadas, turnos para salir a jugar, minimizar la interacción, sin reuniones ni asambleas, padres fuera del colegio (y aquí me acuerdo mucho de los niños de infantil), reducir al máximo que los alumnos puedan moverse en el centro, distancia de metro y medio o comer dentro de las clases, van a ser algunas de las medidas que se quieren implantar, y muchas de ellas están golpeando de lleno en la interacción natural que un niño ha de tener con sus iguales, sin que ningún comité de expertos centre su atención en cómo ayudarlos a entender esa otra parte.

El bienestar emocional es el gran olvidado, y sin él poco podemos esperar. Los derechos de los niños van más allá del derecho a la salud física y aunque parezca que a los niños se les tiene en cuenta, no se hace de manera integral, lo que acarreará aún más consecuencias a nivel personal, emocional, educativo, social y familiar.

Situación emocional crítica
Mucho se ha hablado de la capacidad de adaptación que los niños han tenido durante el confinamiento y de cómo han enfrentado estoicamente los cambios a los que se han visto expuestos de un día para otro, pero todo tiene un precio. Estos últimos meses me han llegado a la consulta casos relacionados directamente con la gestión del confinamiento y la nueva normalidad, tanto en niños que ya presentaban predisposición como en aquellos que no. Adicción a las nuevas tecnologías, trastornos obsesivos compulsivos, trastornos de la alimentación, conflictos familiares, depresiones, trastornos de ansiedad, baja autoestima por sobre-exposición a redes sociales, emociones negativas repetitivas, síntomas de estrés postraumático, dificultades para memorizar y mantener la atención, desesperanza, inquietud y un largo etcétera que se une a la gran incertidumbre que supone volver. Si a esto añadimos la baja motivación general que los niños presentan ante lo académico, y que muchos de ellos han vivido estos meses sin clases como la mayor liberación que han tenido, bastante complicado lo van a tener para retomar esas rutinas que se interrumpieron hace demasiados meses.

Escasez de recursos para afrontar la vuelta
Los equipos de orientación educativa están diseñado distintos protocolos de actuación para que todos los agentes educativos formen una comunidad de apoyo que facilite una incorporación lo más positiva y segura posible a los centros educativos, pero con la sobrecarga que deben llevar a la vuelta y los pocos recursos humanos con los que ya contaban antes de comenzar la pandemia, hace que poca esperanza ponga en ello. Los equipos docentes no van a poder asumir el volumen de trabajo que requiere ejercer de policías, sanitarios, maestros, educadores, psicólogos y todo lo que supone que tengamos la situación de nuestros hijos medio controlada. Por eso, y ahora más que nunca, la incorporación de profesionales como psicólogos educativos o enfermeros en cada centro sería fundamental, aunque mi esperanza es igual de pesimista. Así que nos resta trabajar como padres y hacer aún más esfuerzo en estar atentos a lo que les pasa a nuestros hijos.

Qué puede pasar

Está claro que no todos los niños lo van a llevar mal , la resiliencia de cada uno, sus propios recursos personales y el cómo les esté marcando esta extraña situación, determinará la adaptación a lo que está por llegar, pero puedo adelantar que nos podemos encontrar ante estas situaciones con más frecuencia de la que esperamos:

Miedo al contagio. Tanto de ellos como de sus familiares próximos mientras están separados.
No querer volver. Muchos niños que ya presentaban algún tipo de rechazo al cole por diversos motivos, van a considerar la vuelta como un verdadero calvario tras haber estado tanto tiempo sin contacto con la escuela e institutos.
Ansiedad anticipatoria. Muchos niños se anticipan a determinadas situaciones y las procesan de manera negativa, haciendo que sientan temor y angustia por lo que está por llegar.
Ansiedad de separación. Estar tanto tiempo en casa con la familia es algo a lo que es difícil renunciar y que tantas veces es incompatible con el ritmo frenético al que se enfrentan normalmente.

Desapego. Las medidas de distanciamiento social entre alumnos y de éstos con sus profesores, puede conllevar una sensación de vulnerabilidad importante, sobre todo entre los más pequeños.
Sensación de fracaso anticipado.
Tensión. Una de las principales motivaciones que tienen los niños para querer volver al colegio es ver a sus amigos pero, a la vez, este deber de no poder interaccionar de manera natural, conlleva que se sientan con demasiada responsabilidad abocando en conflictos internos sobre lo que quiero hacer y puedo hacer.
Incertidumbre. Tal vez es la sensación más destructiva que una persona puede tener en su vida. No saber qué va a pasar crea indefensión, un estado que genera angustia y pensamientos negativos recurrentes. Es lo que todos tenemos.
En definitiva, como siempre os digo, adultos responsables: los niños son, como siempre, el colectivo más vulnerable de esta sociedad y nos fijamos muy poco en esa parte tan importante para que crezcan sanos, fuertes y capaces. La salud emocional está olvidada, metida en un cajón, y sin ella, la salud física, esa que tanto nos preocupa a todos, se va a ver infinitamente más atacada.

Observemos a nuestros hijos, estemos atentos a lo que les pasa, escuchemos sus temores y prestémosles la que ayuda que necesitan.

Nunca jamás pronuncies “es cosa de niños”. Nada, nunca, en ningún lugar, las “cosas” de los niños carecen de importancia.

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