Sangrienta noche de reyes
La noche de reyes trajo consigo una larga lista de muertos a los muchos países que actualmente se encuentran inmersos en los más cruentos enfrentamientos. La sangre y el dolor fue el regalo para la mayoría de niños que han tenido la mala fortuna de nacer y crecer entre unos pueblos presa de la ambición y la crueldad de otros, abanderando una falaz supremacía, que únicamente se basa en el afán de poder y poco más.
Si este festejo dirigido a colmar las ilusiones de los inocentes, y que surge aparejado al mito del redentor de la humanidad, bajo nombres y figuras “históricas” diferentes según la cultura propia de la zona del planeta donde esas enseñanzas fueran interpretadas, se convierte en destrucción y sangre en algunas de ellas, desde luego es síntoma de que vivimos en una sociedad enferma, en fase terminal, diría yo.
Asistir al derrumbamiento de esa estructura es quizá lo único que se merezca el género humano, pues su capacidad depredadora ha superado todos los límites permitidos por la propia naturaleza. Cuando Hobbes afirmó en su célebre frase “homo homini lupus est” se quedó corto, pues debía haber añadido que, además de ser un depredador, es capaz de observar, no sólo sin alterar su conciencia, sino también siguiendo el curso de sus satisfacciones, el sufrimiento de sus congéneres.