Concierto de Año Nuevo 2016
Autor: Francisco José Montalbán Rodríguez
El pasado domingo 3 de enero del recién estrenado 2016 y como 5º Concierto de Abono de la temporada 2015-2016, la Asociación Promúsica Águilas ofreció al numeroso público que abarrotaba la sala principal de Auditorio Infanta Elena un espectáculo memorable.
El programa anunciaba una variada muestra de músicas de diferentes países orbitando, como no podía obviarse, alrededor del sabor vienés de la familia Strauss. Hubo momentos en que uno, cerrados los ojos y abiertos los oídos, creía encontrarse en la Sala Dorada del Musikverein de Viena mecido por el tres por cuatro de los valses y por los ritmos acelerados de polkas y gallops. ¡Qué hermosura!, poder deambular entre nieblas y certezas, en la Viena de un siglo XIX crepuscular y hedonista, empujados por la pujanza de un sueño imperial de opereta, abandonados a los placeres aristocráticos de una sociedad doradamente endogámica. Grandes salones festoneados por angelotes y cornucopias, lámparas de cristal de Bohemia, paredes cubiertas por tapices de Flandes, suelos decorados con maderas de las colonias, recargados relojes que apenas informan de lo que está por venir con el nuevo siglo. Entretanto, los suaves compases de inicio del vals de los valses van despertándome abandonado ya a las discretas ondas ribereñas del Bello Danubio Azul, esa música evocadora que lo mismo nos coge de la mano con su noble danzar, derecha en alto, izquierda en el talle femenino, como nos abre las puertas de una odisea en el espacio.
Aparte de otras sonoras delicatessen (Britten, Brahms, Shostakovich o Delibes), el resto del repertorio preparado para la Gran Gala Concierto de Año Nuevo por la Orquesta Sinfónica de Torrevieja anotó dos grandes innovaciones respecto a lo que se entiende habitualmente que debe ser un concierto de Año Nuevo, y me refiero a Tchaikovski y al ramillete de piezas de zarzuela que nos regalaron.
Respecto al genio ruso, tan sugerentes como deliciosas son las melodías de su Vals de las Flores como el ballet Cascanueces. El Vals de las Flores puede llegar a parecer, al pronto, hasta vulgar, por el abuso que cine y publicidad han ejercido sobre una partitura que es, en esencia, una obra llena de lirismo y plenamente inserta dentro del gusto romántico imperante en la época de su composición. Respecto a Cascanueces, poco se puede decir que no refleje admiración y emoción, placer y sentimiento, es una música de un gusto exquisito.
De las estepas rusas y sus blancas llanuras nos venimos a un clima más amable y al sentir castizo de la vida de un Madrid finisecular del XIX, una villa de chulapos y modistillas, de cortejos amorosos envueltos en un ambiguo pudor y de un pasar la vida a pequeños sorbos de aguardiente y con paso de chotis. Nada nuevo se puede decir de la gracia de las zarzuelas ambientadas en la Villa y Corte que no se haya dicho ya; lo mejor es escucharlas una y otra vez, saborearlas y reivindicar su importancia en el contexto de la música del siglo XIX, como nuestra ópera hispánica. Un poco de chauvinismo en este apartado no nos vendría nada mal.
No podemos dejar de darnos la enhorabuena por haber contado esta vez con la excelente actuación de la Orquesta Sinfónica de Torrevieja, un grupo muy conjuntado, con un sonido limpio y contundente, que cuenta con algunos solistas realmente brillantes y guiados con la precisa y eficaz dirección de don José Francisco Sánchez.
Tampoco podemos eludir aquí nuestra inmensa y sincera gratitud para la Asociación Promúsica Águilas sin cuya encomiable labor y constante esfuerzo no seríamos tan privilegiados como somos en el mundo de la Música en nuestra ciudad. Si había una manera acertada de entrar en un año nuevo cargado de interrogantes y sueños, de incertidumbres y proyectos, era, sin duda, de la mano de la música. Algunos habíamos tomado el aperitivo televisivo y lejano del Concierto de Año Nuevo desde Viena, sí, pero el plato fuerte, el menú nutricio, el alimento realmente redondo es el de esa música viva cuyas vibraciones son capaces de llegarnos a la piel. Son músicas que se adentran en el corazón sin pasar por el proceso racional del cerebro. Todas, sin excepción, tienen el denominador común de alentar el espíritu por medio de armonías y coloridos pentagramas. Todas expresan la esperanza en un futuro alentador y la alegría de la flor que quiere abrirse a una luz nueva. No había mejor modo de entrar en el 2016.