Esconder la cabeza
A menudo nos quejamos de las pocas iniciativas y actividades que existen en el pueblo, de la poca ayuda que recibimos, de todo lo que está mal o no nos gusta, pero a la hora de la verdad, cuando llega el momento de tomar cartas en el asunto, tomamos el camino más fácil: esconder la cabeza.
Todos criticamos lo que no nos gusta, pero delante de un café, todos lamentamos lo que esta mal, pero, y ahí reside la contradicción, no hacemos nada por cambiarlo.
Un buen ejemplo lo tenemos con la poca, por no decir nula, capacidad de convocatoria que tienen todas y cada una de las actividades que se organizan en la localidad, vengan de donde vengan, con independencia de quien las organice.
Así, al último acto organizado por la Asociación de Familiares de Enfermos Mentales, Afemac, de carácter totalmente privado y nada politizado (por los que puedan pensar mal), no acudió ni una sola persona.
Otro ejemplo lo tenemos en las exposiciones de arte que se realizan en Águilas, que por cierto y para quien no lo sepa son bastante numerosas, se repite la historia y de nuevo “ni un alma” acude a disfrutar de ellas.
Todo esto resulta, cuento menos, curioso y, cuanto más, preocupante, ya que nuestra actitud no varía demasiado cuando se trata de asuntos que pueden marcar nuestro futuro. Pues, también ante esos casos, nos quedamos callados esperando que venga alguien, tal vez un ser divino, a salvarnos de nuestro triste destino.
Mientras nosotros, incapaces de alzar la voz contra lo que nos parece que es injusto o pensamos que está mal hecho, nos dedicamos a lamentarnos de lo “buenos que somos y lo mal que nos va”.