Sociedad aguileña o aguileñismo

Si hay una cosa que nos distingue a nosotros los aguileños de otros ciudadanos de otros pueblos y ciudades, es nuestro intenso amor, nuestra pasión por este rincón mediterráneo. Esto dicho, naturalmente, sin la menor intención de menospreciar el arraigo o el apego que cada uno puede sentir por el lugar donde ha nacido o se ha criado. Pero sí que es verdad que el aguileño demuestra un sentimiento hacia su pueblo que traspasa muchas veces ese otro sentimiento de pertenencia a una comunidad.

Las personas de mi generación y también de generaciones anteriores han difundido por toda la geografía española ese aguileñismo que, paradójicamente, era menos claro en los propios habitantes de Águilas. Muchos de nosotros nos hemos dedicado a expandir las bondades de Águilas a propios y extraños, sin ningún tipo de duda, abiertamente y declarando con sinceridad todo lo que creíamos interesante. Existen numerosas anécdotas de aguileños que, encontrándose fuera, han manifestado su aguileñismo y no particularmente su murcianismo. Uno de Águilas es aguileño y nada más. Los historiadores tienen un trabajo fascinante para poder descifrar este pequeño nacionalismo, por llamarlo de alguna manera, pero creo que sus conclusiones podrían ser que la situación de Águilas, lejos de todo y de todos ha convertido este lugar en una especie de rincón con historia propia, con una cultura propia, me atrevería a decir.

Pero, últimamente, las nuevas generaciones llevan otro ritmo. Está claro que la mejora de las comunicaciones entre las ciudades más cercanas, la generalización de la educación, la llegada de turistas y también el auge de las nuevas tecnologías de la información, hace que esta juventud aguileña que se encuentra entre los 14 y los 25 años, no tenga un arraigo tan destacado como sus antecesores, o al menos no lo manifiesta tan claramente. Este hecho en sí no es malo, porque abrir las mentes a otras culturas, a otros pueblos y a la propia realidad de la Comunidad Murciana es posiblemente una de las actitudes más coherentes. Pero sí que es verdad que todo es compatible y también deseable.

El mundo que nos rodea camina inexorablemente hacia la globalización, un concepto poco definido y que entraña multitud de aspectos. Para unos, la globalización es intrínsicamente mala; para otros es la panacea y la solución a todos los problemas de la humanidad. Bien es cierto que si no luchamos por nuestros propios intereses, podemos quedar en una situación difícil y seguramente lamentarnos más adelante. Me explico; creo sinceramente que deberíamos recuperar ese aguileñismo que tanto honró a los hombres y mujeres que se quedaron y también a los que emigraron. Pero no tan sólo eso, sino recuperar la memoria histórica de cuantos hicieron que esta villa pudiera ser lo que es hoy en día.
Muchos ayuntamientos ya están trabajando en este tema, a través de los Consejos Escolares Municipales que elaboran guías y programas para que los jóvenes trabajen y sobre todo, no olviden la historia particular de la ciudad que les ha visto nacer.

Los colegios y los institutos se ven inmersos en una especie de túnel del tiempo y, lo más importante, los alumnos y también los profesores, aprenden in situ una parte de la historia que, además, les hace conocedores de su propia identidad. El Castillo, la Chimenea de la Loma, el Hornillo, el Ferrocarril, la minería, la influencia de los ingleses, la pesca, el Casino y tantos y tantos otros temas quedarían al alcance de nuestros jóvenes que seguramente los llevaría a quererlos aún más. Por descontado que eso supone la recuperación de algunos monumentos y la dinamización de los museos ya existentes y una inversión en cultura nada desdeñable.

Otro aspecto a tener en cuenta sería la participación de nuestros mayores en esta tarea. No son pocos los municipios que piden la colaboración de personas de la tercera edad para entrar en las escuelas y explicar sus vivencias. Además del hecho en sí de poder escuchar de primera mano las vicisitudes de una persona que ha participado en un aspecto de su ciudad, es importantísimo, por lo que supone de relación entre generaciones. Desgraciadamente aparcamos a nuestros mayores en centros de jubilados o simplemente en sus casas, cuando podríamos aprovechar su experiencia para formar a nuestra juventud.

En definitiva, deberíamos ser más estrictos con nuestro pasado, recordando, viendo y siguiendo nuestra historia. El Mediterráneo está lleno de pueblos que abandonaron su historia en favor seguramente de un turismo bienintencionado pero que engullía a sus habitantes. También, y es de recibo decirlo así, hay otros que han sabido conjugar la llegada de foráneos y del progreso con la propia identidad. Importante es también el papel que pueden jugar las nuevas tecnologías y en especial Internet, que nos abre un camino interesantísimo para dar a conocer nuestra cultura. Águilas debe aprovechar cualquier momento que se le presente para incidir un poco más en nuestro pasado. Alguien dijo alguna vez que quien perdía sus orígenes perdía su identidad y Águilas tiene unos orígenes y una historia demasiado importantes como para perderlos.

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