Desorden
Se le atribuye a León Trotsky el siguiente pensamiento: “Quien quiera vivir una vida tranquila no debería haber nacido en el siglo XX”. Pienso que, al menos en esto, tenía razón.
En el recién empezado siglo se agrava más aún este hecho, pues da la impresión que el mundo actual está dentro de un bidón que ha sido despeñado por la ladera de una montaña. Pero ese no es todo el problema, lo más grave es que ¿Quién es el valiente que se pone delante para detenerlo?
A todo este desorden le podríamos poner muchos títulos, pero lo peor de todo son las graves consecuencias que toda esta locura ejerce sobre el ser humano y el mundo en el que se desenvuelve, su medio ambiente.
Estos tiempos se caracterizan tanto por la violencia generalizada, como por la violación de los derechos humanos. Sufrimos opresión de muchas maneras, no sólo por las guerras o por los fanatismos religiosos, la grave situación de los refugiados, la degradación humana causada por el racismo, la pobreza, el hambre, el analfabetismo, las enfermedades, etc.
Además, en el mundo “civilizado” existe un problema añadido, la pérdida de la privacidad, con el almacenamiento de todo tipo de información en bancos de datos, lo que nos hace más vulnerables.
Lo peor de todo es que, además, se permita la tortura moral y física, a pesar de la censura universal contra ella (las Naciones Unidas reciben cada año 53.000 denuncias de malos tratos a menores), y los millones de muertos, víctimas de las más variadas atrocidades.
La violación de los derechos humanos siempre es un atentado contra la dignidad humana y, por extensión, contra Aquel que creó al hombre dotándolo de libertad: DIOS. Y cuando hablamos de dignidad humana debemos pensar en los distintos aspectos que encierra: Nuestra relación unos con otros, la relación con nuestro Creador y con la tierra sobre la que vivimos, la posibilidad de recibir educación y formación, y la capacidad para desarrollar este potencial humano único.
Son estos derechos los que nos diferencian del resto de los animales y los que nos dan la categoría de “humanos”. DIOS creó al hombre y a la mujer dotándolos de características superiores al resto de la vida creada, en una posición cercana a la divinidad en cuanto a inteligencia y libertad, pudiendo ejercer autoridad sobre todo lo creado, pero no para usar ese poder para destruir a sus congéneres y devastar el medio ambiente.
En esto consiste básicamente el concepto de pecado según lo expresa la Palabra de DIOS; el respeto del hombre hacia el hombre, y el respeto del hombre hacia su Creador. El incumplimiento de este principio es la causa de todo el mal que existe en este mundo.
Podemos llamarlo trasgresión, pecado, ofensa o incumplimiento; pero en el fondo todo radica en la separación del ser humano de las directrices marcadas por DIOS para su seguridad y libertad; la desobediencia al consejo divino ha llevado a la humanidad al estado actual. Si queremos recuperar nuestra dignidad y disfrutar nuestros derechos, hemos de volver a los preceptos bíblicos. Es la única forma de detener el desorden moral que nos rodea.