Convención, sin duda

Una vez aceptadas las disculpas que pudieran dejar en mal lugar a los comerciantes y su muy honrosa profesión, dejamos liquidado el hiriente tema de la araña y la mosca.
Sobre el otro tema, el de lo moral y lo inmoral, no esperaba un debate muy duro, que no es para tanto, pero tampoco que el director de este medio me lo pusiera tan a huevo.

Afirmar, desde un punto de vista espero que estrictamente personal, que la moral es innata en el ser humano no es sino un abultado error del que lo lanza al aire, bien sea el señor Jiménez o algún otro autor fatalista que piense que la naturaleza humana viene diseñada……..” desde arriba ” .

Precisamente, los sofistas mencionados por Salvador eran maestros de cultura, ellos mismos se consideraban sabios y su enseñanza era pagada por los pocos que podían, haciendo su enseñanza especialmente útil a la clase dirigente de las ciudades, donde evitaban ser críticos o ir contra los valores establecidos (más o menos como hacen hoy día algunos medios de comunicación ).

De todas formas, los filósofos no son referencia imprescindible ya que cada uno puede enarbolar los suyos para liarlos a tortas con los del prójimo.

Un servidor, a la contra del amigo Jiménez, piensa que la única moral debe salir de la convención entre los hombres. Que la moral no tiene por qué surgir sólo de la naturaleza, que la moral que tiene un león cuando se come un ciervo no nos va a servir de mucho en la sociedad urbana actual.

Que el buen salvaje, oye , Salva, o quedan pocos o nos va a costar encontrar.

Sí que es difícil el asunto, pero me parece que la única solución empieza por desprenderse de prejuicios religiosos y políticos para afrontar unas normas de convivencia en las que prime la libertad del individuo unido a conceptos como tolerancia y justicia. La capacidad de convivir con los demás, con la dignidad mínima asegurada y con respeto al otro puede ser un buen principio para basar una moral general. Ya está muy revisada, llevamos muchos años definiendo los cauces por los que debe discurrir la moral, pero llevamos otros tantos modificándola al capricho de tal o cual tendencia, que siempre pretende apropiarse de ella y modelarla a su criterio, sacándola de la generalidad. Una y otra vez se ha hecho así más de 3000 años. Y dale Perico al torno…

Conceptos tan básicos como que, por ejemplo, el hombre no puede matar, se han modificado mil veces: bueno, puede matar si es en defensa propia; no, debe matar sólo si es en defensa de su ideología; no, mejor que sea en nombre de su dios, de su fe . Y así se han revisado, casi siempre con perversión, lo que empezaron a definir acertadamente algunos filósofos griegos. Y el caso es que cuanto más tiempo pasa, en lugar de concretar la convención, el desacuerdo es cada vez mayor. Va a ser que vamos a diferente velocidad, que unos estamos en esta época y otros sólo conocen sus propias narices, sin querer ver más allá; por ejemplo ahora, a unos mil millones de personas les parece oportuno cabrearse como monos y quemar edificios porque un gracioso ha dibujado a Mahoma en un periódico que leen cuatro escandinavos, como a otros tantos quemamos en Europa, en hogueras, hace 4 siglos por decir evidentes verdades. Unos estamos en el siglo XXI y otros en el XV. Unos están más sometidos por una religión y otros, la inmensa mayoría, prescindimos de ella con alegría, libertad y sin cargo alguno de conciencia. Y con la moral bien alta…

Cada uno hace de capa un sayo, o sea, se organiza su moral según sus propios criterios: unas veces coinciden pero otras son contrarios a los de su vecino. Aunque en términos absolutos coincidan mayormente, en lo concreto empiezan a separarse haciendo la convivencia difícil, como mínimo.

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