El Casino en “Carnaval”
El Casino lleva más de cien años implicado en esta fiesta, siendo un referente de la fiesta grande de Águilas
Un año más, desde la Junta Directiva del Casino se está deliberando para hacer entrega de los premios del ya tradicional Concurso de Disfraces del Casino, donde se elige a la mejor pandilla e individual del Carnaval de la noche. Por eso, miles de carnavaleros acudieron al escenario establecido para ello en el Salón de los Espejos del céntrico edificio. Conocido como el edificio carnavalero por excelencia, con una historia de más de cien años dentro de esta fiesta aguileña, el Casino de Águilas sigue acogiendo a los mejores disfraces del Carnaval de la noche y a los más carnavaleros. Para quienes participaron, informar que mañana, entre las 2 y las 3 de la madrugada, y ataviados con sus disfraces, los ganadores recogerán sus premios de hasta 200 euros de cuantía.
Los Carnavales en el Casino de Águilas
Se cumplen más de cien años de actividades sociales, culturales y de ocio propiciadas por la Sociedad Casino de Águilas, y hemos de destacar en relación al Carnaval el haber sido la entidad que propició el auge del carnaval nocturno, con sus tradicionales bailes de máscaras, que es el nombre con el que se denominaban estos bailes. En ellos, era parte importante el hecho de ir con máscara y no ser reconocido, pues permitía el desarrollo de situaciones de humor, risas e impunidad en ciertas bromas, y de ciertas libertades en el terreno erótico, que permitían la posibilidad de pasar una noche hablando o ligando y perdiendo un poco las encorsetadas formas sociales decimonónicas de esa época.
En sus orígenes era una celebración elitista, pues sólo se permitía la entrada a los socios y éstos pertenecían al estrato de población más favorecida económicamente. Para ellos era un carnaval que contaba con trajes más elaborados, que huían de lo chabacano. Destacaba el baile del domingo de piñata, en el que la mascarada se convertía en autentico baile de disfraces, y en el que debía predominar el buen gusto y la elegancia que hoy en día ha heredado el desfile.
Este baile hay que entenderlo dentro del deseo de los aguileños de alargar lo las celebraciones del Carnaval (ya que, pese a que se desarrollaba en época de Cuaresma se procedía como si fueran otras fechas). A las doce de la noche se producía la ruptura de la gran piñata, con predominio para el ganador y los más pequeños de los premios que de ella salían junto a las palomas, que volaban por el salón y daban más belleza al momento.
Con el tiempo se propició que fueran bailes brillantes en su concepción, y en ellos, poco a poco, se fue abriendo la mano, permitiéndose el acceso a personas no vinculadas con la Sociedad. También hizo que se convirtiera durante la dictadura en el último baluarte del carnaval nocturno, siendo de alguna forma el santuario que veló por la continuidad del Carnaval aguileño, en paralelo con la mascarada de mamarrachos, más popular y callejera, que se celebraba durante las horas de la tarde en los alrededores de la Puerta de Lorca y de la iglesia del Carmen.
Posterior mente y cuando ya parecía a punto de extinguirse su prestigio carnavalero, en la nueva época fue retomado por la Peña de los Gatos, que supieron, ya con acceso libre a la población, imprimirle de nuevo su carácter acogedor, atrayendo en su seno a las máscaras más tradicionales, convirtiéndose en un lugar de diversión sana y de relaciones desenfadadas al ritmo de bailes carnavaleros, creando así diversos espacios para hablar, beber y divertirse. Su puerta se ha convertido en el lugar de encuentro y de paso para ver y disfrutar de todo el ingenio del carnaval de la noche.
Esperamos que siempre siga abriendo sus puertas a diario en estas fechas, dando refugio a esta forma de carnaval inmanente, puesto que va mas allá del tiempo y del espacio, y en el que aun pueden convivir todas las generaciones de los aguileños actuales, mientras reviven la tradición de los bailes de máscaras de sus antepasados.
Lorenzo Antonio Hernández Pallares.