La utilidad de la filosofía
“La filosofía sirve para algo útil; sirve para consolarnos de su inutilidad”. Commerson
“Es preciso ser profundos en términos claros, y no en términos confusos”. Joubert
“Filosofar es solamente un triple o doble vigilar- estar despierto- estar consciente.”Novalis
¿Por qué ahora la filosofía?.
Por dos razones en mi caso: una de índole genérica, y otra más personal y específica. Voy a la primera de ellas. Consumadas las elecciones, y vistas las aguas que surca la nave del Estado; aguas turbulentas que se están ya tragando bienes y patrimonios, empresas y ciudadanos, que van sin remisión a pique, mientras los políticos, que de momento no nos necesitan, van a lo suyo, a sus cositas, a sus pequeñas y mezquinas intrigas de corte, a sus trifulcas de patio de vecindad, los unos, y a profundizar en su delirio jacobino los otros, ebrios de poder, la filosofía se presenta como único consuelo y agarradero posible.
También la religión, claro. No estaría de más que los creyentes con “la fe del carbonero”; esa fe firme, incuestionable, sin fisuras, dieran comienzo a toda suerte de impetraciones y rogativas.
Porque vistas las aguas turbulentas y amenazantes que surcamos, con peores vendavales y tormentas a la vista; visto el estado de la nave que nos lleva, con amotinados dispuestos a hundirla y desguazarla por el camino; y vista la vergonzosa y calamitosa condición de los navegantes y timoneles que la conducen, son de temer la desventura y el naufragio, y solo caben el fatalismo o la encomienda a la Providencia.
Hay, pues, que acordarse de la “consolación de la filosofía”, a la manera de Boecio o de Pascal.
Luego está la razón personal para acordarme de la filosofía. Leí hace unos días un artículo de Gabriel Albiac, lúcido y desencantado miembro de nuestro escaso elenco de filósofos, donde se dolía de la sustitución de la filosofía, ese “lujo inútil” de nuestra tradición, por una doctrinaria y sesgada “educación para la ciudadanía” que viene a ser – como pura y sectaria propaganda- su antítesis.
El artículo rezumaba escepticismo amargo, en el más puro “estilo Albiac”, y creo que requiere un comentario, ahora que los políticos han puesto de moda forzosa a la filosofía. Bien a su pesar, que nada les incomoda más que “esa cosa tan exquisita e inútil” llamada filosofía.
Efectivamente, inútil, y peor, contraproducente, para el modelo de ciudadano votante (desmemoriado, irreflexivo, ciego y sordo) que les interesa. Tanto, que no cejan en su empeño en producirlo a él, y en perseguirla a ella, por todos los medios “mediáticos” y doctrinales a su alcance.
Porque lo interesante de la filosofía, y lo que la diferencia decisivamente de otro campos de la actividad intelectual humana, como la teoría política, la ciencia, o la literatura, incluso, es precisamente ese “no servir para nada”.
Y es que, al tener esta característica, la filosofía no sirve a nadie, no está al servicio de nadie. Su “inutilidad” es precisamente la clave de su radical independencia. Al no servir a nadie, nadie puede servirse de ella, ni puede por tanto utilizarla como herramienta para hacer que le sirva el prójimo. Para someter y dominar a nadie.
Piénselo el lector un momento, antes de esgrimir objeciones que la Historia parece proporcionar en abundancia. Cualquier totalitarismo o dictadura que se hayan dicho inspirados por una filosofía no han hecho otra cosa que pervertir y evacuar de todo contenido auténticamente filosófico a esa filosofía, dejándola reducida a unas consignas vacuas insertas en una estrategia de dominación.
Los totalitarismos y las dictaduras han convertido siempre, sin excepción, a la filosofía en propaganda.
Un ejemplo evidente acude a mi memoria, y es la relación entre la filosofía de Nietzche y el nazismo. Ni la “transvaloración de los valores” es el nihilismo (es más bien su remedio cuando “Dios ha muerto”), ni el superhombre anunciado por Zaratustra tiene ni un remoto parecido con el “superhombre ario”. Nietzche, que acabó detestando el pseudo-misticismo wagneriano (inseparable de la parafernalia nazi) y amando a Bizet y el mundo Mediterráneo, habría abominado de la doctrina nacional socialista. A Carlos Marx le habría ocurrido otro tanto con el comunismo real.
¿Por qué, pues, es tan conveniente y acertado que la filosofía “no sirva para nada”?
Pues porque esa es la forma de que, a su particular modo y manera, la filosofía le sea útil a todo el mundo. La filosofía, que no sirve para nada, entiéndase, para nada concreto, es la cosa más útil que existe. Es útil para esa operación compleja, que desborda de cualquier análisis o punto de vista, que se denomina vivir.
La filosofía aumenta la dignidad y la nobleza del vivir del hombre que no renuncia a su lucidez y a su libertad.
Hay, desde luego, otras maneras de vivir que no la necesitan, pero ciertamente no son la mía, ni te las deseo, lector.
No descubro ningún Mediterráneo afirmando que hoy, aquí y ahora, la libertad y la verdad están amenazadas, de forma diferente, y no menos grave, a como en el pasado lo estuvieron. Me refiero a ese pasado luctuoso de guerra y tiranías, que parecen tan interesados en repetir los promotores de la llamada “Memoria Histórica”.
Pues bien, amigo lector, contra esa gentuza, para protegerte de sus mentiras, para conservar tu propio criterio y ver claro y por ti mismo, créeme, necesitas filosofía.
¡Tanta filosofía como seas capaz de soportar!.