La enseñanza nocturna en los años 40/50 en Águilas

El pueblo de Águilas, además de la belleza natural de su entorno y la singularidad del mar que lo baña, lleva escrito en el estandarte de su historia, la humildad y la firmeza del carácter noble de su gente. Ese privilegio natural de Águilas es, sin duda, el premio que Dios le ha dado, situándolo en ese lugar privilegiado que ocupa en la Naturaleza. En cambio, la población aguileña no siempre tuvo el privilegio de caminar por senderos alfombrados con pétalos de rosas. El carácter extrovertido y noble de su gente,le viene dado por generaciones sucesivas desde tiempos remotos, como el esquema biológico de las graves situaciones que tuvieron que soportar en los diversos ciclos político-económicos que les tocó vivir a lo largo de su dilatada historia.
Es de suponer, que la hostilidad política y la especulación económica fueron los detonantes que marcaron los hábitos de frustración que condicionaron la vida y la voluntad de aquella primitiva población, durante el trascurso de los diversos ciclos económico-sociales que acontecieron en nuestro pueblo, antes, y después, de su configuración política, por mandato de las Cortes de Cádiz del año 1812.
Los escasos recursos naturales de entonces: la minería, el de su apertura al mar, y finalmente los relacionados con el esparto, desaparecieron del escenario social, dejando diezmada la población sin que, además, quedara de ellos un atisbo de representación industrial, tan necesaria en la estabilidad social y económica de los pueblos. De la evidencia de los hechos se deducen los resultados que nos llevan a pensar, que los supuestos inversores, más que promotores de importantes proyectos fueron interesados especuladores, que por desconocimiento del oficio, o por su desmedido afán de lucro, terminaron expoliando los recursos naturales que administraban, malgastando sus beneficios y sometiendo a la indefensa población, al sufrimiento de la absoluta miseria que más tarde se vería incrementada por el desastre al que nos llevó la Guerra Civil.
Las clases en aquella época eran muy diferenciadas: la de los especuladores acaudalados y la de los pobres de solemnidad, que no tenían con qué alimentarse ni donde caerse muertos. No existía más clase media -supuestamente conocida, que la que podía atribuirse a los ferroviarios, en el caso de que por clase media se entendiera la estabilidad en el empleo. Pero como en el espíritu de cada ser humano existe una forma habitual y una constancia en la manifestación de su actividad, que proceden de la manera especial con que cada uno dirige sus actos por su libre voluntad, no siendo otra cosa, que el carácter personal de cada uno formado de elementos nativos heredados de los progenitores: intelectuales, morales, sensitivos, activos y varios más. En este estado de cosas, los jóvenes de las generaciones de la posguerra, alentados por sus mayores, y tratando de erradicar las secuelas tendenciosas de los hábitos de vida que arrastraban heredados de sus ancestros, por el recuerdo frecuente que obtienen de ellos, y por la fuerza misteriosa de la asociación, aquellos jóvenes ejemplares, decidieron atraer hacia sí, los pensamientos fecundos plenos de sus sentimientos nobles en los que habían forjado su esperanza.
El trabajo de organización y resistencia, digámoslo así, de los conocimientos intelectuales se efectúa lentamente por la meditación quieta y consciente de la voluntad. Pero la firme decisión de aquella juventud, empeñada en rehacer a toda costa sus escasos conocimientos, dieron paso a la apertura de numerosas escuelas de enseñanza nocturna, en centros y casas particulares del pueblo, a las que acudían en las horas señaladas de la noche, trabajadores del esparto (hiladores, rastrilladores,etc.); dependientes de los diversos establecimientos, y cualquier persona interesada en aprender.
Aquel fenómeno social, que debe prever toda sociedad responsable, de ”enseñar al que no sabe”, movido por aquellos jóvenes faltos del saber que precisaban para abrirse el camino de nuevos horizontes, lo consiguieron, gracias a la ayuda que recibieron del grupo de maestros que les impartieron sus clases. El problema que se suscitó entonces, es similar al que tienen nuestros jóvenes de hoy, con la natural diferencia de preparación;los de hoy, estando mejor preparados, también, tienen que emigrar a ultramar a buscar el medio de vida, que no pueden conseguir en esta sociedad moderna, administrada por arrogantes y deficientes políticos que sólo defienden sus propios intereses, creando sus propias leyes para conseguirlo, sin que nada les importe el sufrimiento del resto de ciudadanos que les han dado el poder.
Justo es reconocer, la decisión y el esfuerzo de aquellos jóvenes de acudir noche tras noche a las clases nocturnas que les impartían los maestros, en sus escuelas(unos con título y otros sin él), de cuyos nombres, en homenaje a sus reconocidos mérito, me permito referenciar en estas líneas: Junto al Cabecico del Agua- cerca de Las Picaeras, impartieron clases los hermanos, Cayetano y Juan Aznar, (ambos hiladores que luego se hicieron guardias municipales); al final de la calle Florida Blanca- la escuela de D.Ginés Mula; la de Pepe (un ferroviario ilustrado ayudado por su hermana), en la calle de “Las Pastoras- hoy Robles- frente a la portada de entrada al patio de la casa de Joaquín “Bolas” (buen amigo de mi abuelo Juan); la de Paco Sánchez en la calle Libertad; la de doña Antonia Navas -entre la tienda de tejidos de “Los Cueveros” y el Mercado Central; la de don Joaquín Tendero, en la calle que hoy lleva su nombre- y en el local que ocupa el restaurante conocido por “EL Pimiento” -subiendo los escalones a la izquierda; la de don Indalecio Campillo Ortega, (mi maestro que lo fue en las Escuelas Graduadas -en “La Glorietíca”), en la calle Onésimo Redondo -hoy Antonio Manzanera, cuyos alumnos -todos amigos- eran los siguientes: los dos hijos de su vecino- “Pedro el Molejo”; Felipe Mulero (carpintero); Juan“El Pirulao”; Miguel García, hijo de “Pepe Benita”-el de la huerta-,y un servidor de ustedes.

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