Los refugios de la Guerra Civil Española
A nuestra nieta Ane en el día de su nacimiento:
Las tres letras de tu nombre son tres pétalos de rosa de delicados colores.
La “A”) Nos anuncia el “Alba” compañera de la “Aurora”, invasora de la luz del día.
La “N”) El nacimiento de “algo nuevo”, de ese algo nuevo que nos guía.
La “E”) Es la “estrella de luz creciente”, la esperanza y la alegría. Esos pétalos de rosa, de perfume delicado e inusitados colores, te convierten en la rosa, más delicada y hermosa, del jardín de los amores.
Tus abuelos: La Mane Encarna y el abuelo Juan
A través de los años, se dan casos en que la memoria que aparece destruida surge de nuevo y los recuerdos pálidos recobran extraordinaria intensidad. Si reconocer es referir la representación imaginativa de una persona un objeto o un hecho asociado a una experiencia pasada, habrá que convenir, que el reconocimiento no forma en la conciencia un todo con la sensación que le provoca sino que aparece acompañado de un grupo de experiencias pasadas, simultáneas y sucesivas.
«Una enorme explosión siguió al estridente silbido, levantando un torbellino de papeles y polvo por el aire, que apenas nos permitía respirar normalmente”
Éste puede ser el caso de la sensación que hoy me llega a la memoria sobre los efectos terroríficos de la guerra que también me tocó soportar en mi niñez, como a cualquiera otro aguileño de la época. Pudo ser el día 3 o el 31 de Agosto de 1938 (uno de esos bombardeos). Apenas había pasado el medio día, cuando vimos llegar a mi padre a casa -todo extenuado- por la carrera que tuvo que hacer desde su lugar de trabajo para venir a recogernos; la “sirena” había sonado y los aviones sobrevolaban el pueblo. Sin mediar palabra, mi padre me cogió en brazos; mi madre cogió a mi hermana de la mano, y desde nuestra casa ubicada en el núm.40 (entonces) de la calle Ancha, tomamos camino hacia el refugio del Calvario. Pero cuando bajábamos la cuesta de la calle Asperillas que daba fachada a un lateral de las Escuelas Graduadas, se oyó un tremendo silbido que mi padre intuyó como peligroso y nos echó a todos al suelo, sobre el zócalo del chaflán de cemento fino y “brillante” que todavía guardo en la memoria, y, donde años más tarde, llegué a cantar -con mis compañeros de clase- mientras el maestro bajaba la bandera, las canciones que nos enseñaban en la escuela. Una enorme explosión siguió al estridente silbido, levantando un torbellino de papeles y polvo por el aire, que a penas nos permitía respirar normalmente.¡La bomba había caído en la calle San Diego -haciendo esquina con la Glorietica- destruyendo las casas de Torcuato el “Gitano” y la de Juan Carrasco!. A lo lejos, se oían los gritos de la gente que corría hacia el refugio igual que lo hicimos nosotros.
Entramos al refugio subiendo la calle del Calvario,y,lo que recuerdo del refugio del Calvario es que sus paredes eran de color amarillo. Pasados los años, cuando en ocasiones -jugando con los zagales de mi tiempo- recorríamos juntos sus galerías, pude comprobar, que el color amarillo que guardaba en la memoria de las paredes del refugio, era el color de su “piedra arenisca”.
Todos sabemos, que además del refugio del Calvario, en Águilas, se hicieron otros, como el que tenía su entrada frente al “Caño de los Arcos”: un voluminoso túnel de hormigón armado que desde media calle se introducía como un coloso bordeando parcialmente el Cabezo de los Alacranes, horadando el monte camino de otra puerta de salida, ubicada próxima a la que popularmente se conocía como la Cuesta del Caño (hoy Sagasta), que desembocaba entonces en la Plazuela de los Caños, llamada así por la monumental Fuente de seis caños construida en 1787 por orden del rey Carlos III, “en material de sillería labrada en fino” (palabras textuales de Robles Vives), siguiendo las directrices del diseño elaborado por el arquitecto Juan de Villanueva. El agua le llegaba a los caños de la Fuente a través de un pequeño acueducto urbano que desde el caño de los Arcos, continuaba por las calles de la Cañería Alta y de la Cañería Baja hasta conectar con la Fuente de los seis caños mencionada.
Al paso de los años pude conocer con mayor precisión lo que era en sí el refugio del caño de los “Arcos”. El Mastodonte de hormigón armado que desde media calle se introducía en el monte; por su altura y volumen, se convirtió en el lugar donde acudíamos los zagales de las calles de su entorno para ver cual era el primero en superar aquel obstáculo en una sola carrera. Antes de saltar, desde la puerta de la casa del tío Antonio el “Pajero” ubicada en la calle de la Balsa, salíamos corriendo como galgos para salvar el resbaladizo y peligroso obstáculo sin pestañear. Lo cierto es que pocos lo conseguíamos al primer intento. ¡El refugio del caño de los Arcos, fue un retazo de la historia de nuestro pueblo, que el tiempo ha dejado atrás!
Llegado a este punto me permito la licencia de sugerir, que,quizá,resultaría prudente que nuestros representantes políticos, por el bien histórico, cultural y patrimonial de nuestro pueblo, vieran la forma de poner en valor -como ya lo han hecho en otras ciudades- los vestigios que aún se conservan de los refugios antiaéreos que incluyen las construcciones bélicas más destacadas acometidas en nuestro pueblo durante los años de la contienda. Antes de terminar con los asuntos relacionados con la historia de nuestro pueblo, no puedo silenciar mi sincero agradecimiento al concejal de Educación de nuestro Ayuntamiento, D.Francisco J.Clemente Gallardo (nieto de mi buen amigo y compañero en la Banda de Música de Águilas ”Paco Gallardo”), que -en una visita casual que le hice esta Semana Santa- con su vasta erudición, entre otras cosas, supo explicarme con todo detalle, los pormenores de las obras realizadas recientemente en el “Ramal al Hornillo del ferrocarril de Águilas” y los túneles de los depósitos reguladores de carga del mineral del antiguo cargadero del Hornillo, que como elemento histórico, tanto bien puede repercutir al devenir turístico y comercial de nuestro pueblo.
Desde Alicante, a 28 de Abril de 2015, para mis amigos y paisanos de Águilas.