Niños sin fronteras
Lo cierto es que emocionan ciertas iniciativas propuestas por los centros escolares con la intención de incentivar la interculturalidad entre sus alumnos. Aunque, por otra parte, resulta quizás más emotivo el pensar que en verdad los pequeños, por su natural inocencia, tienden a ver a sus semejantes como tales, independientemente de sus procedencias, credos o culturas, por diferenciadoras que estas puedan ser.
Ellos no entienden de rasgos que puedan inducir al rechazo o a la discriminación, ya que se trata de conceptos creados por “los mayores”, y si en algún caso un niño se “extraña” ante alguien es precisamente por las enseñanzas y el ejemplo, en este caso pésimo, ofrecido por sus antecesores.
Por tanto, habría que reflexionar acerca de una situación, que en principio es, o debería ser natural y que deja de serlo precisamente por empeñarse en la “imposición”. Sin embargo, las cosas están de esta manera, y hay que enseñar qué significa la palabra tolerancia, cuando su semántica va implícita dentro de la esencia humana. Como en la mayoría de los casos, la paradoja es quien manda.