Homenaje a aquellas madres de la libertad, de la cultura

OPINIÓN. SALVADOR GIMÉNEZ

Ellas también formaron parte de aquella miserable guerra, en la retaguardia, bajo la consigna avalada por su rechazo al fascismo, “Hombres al frente, Mujeres al trabajo”. Una fulgurante actividad en defensa de la paz, de la cultura y de la libertad, que se vio truncada por la cornada que Franco le asestó al tiempo y que hizo madurar una dictadura que nos habría de acompañar hasta 1975.
Desde niño siempre he oído que la historia la suelen escribir los vencedores, con la muerte de testigo y las manos aún temblorosas… Y no me cabe la menor duda que narraron sus batallitas, con más o menos apego a su ego, pero sobre todo, fieles al más simbólico machismo de la época.
Aunque, claro está, la cárcel, el exilio, o lo que tal vez fue peor, el silencio al que fueron sometidas estas mujeres, no fue suficiente para enterrar un trozo de nuestra historia. Hoy apenas quedan algunas veinteañeras de aquella gesta, compañeras de fatiga de oradores como la Pasionaria, quien fuera la primera presidenta del Partido Comunista de España; Teresa Pamies; Soledad Estorach o Federica Montseny, que movilizaron, en pro de un sentimiento, a miles de mujeres aisladas del marco sociopolítico del país y en el que “teóricamente” habían sido integradas en 1931.

Ya, en 1934, se fundó en Barcelona el Grupo Cultural Femenino, que habría de ser la punta de lanza de la articulación femenina dentro del anarquismo en España. Una corriente que difundió la cultura entre la población femenina con un analfabetismo que se estimaba en el 90% y que tras estallido de la Guerra Civil en 1936, impulsó un planteamiento muy activo, conocido como el “movimiento libertario”.

Las circunstancias de una guerra, que colocaban a la mujer en un papel secundario y engrandecían al machito de “fusil en mano”, pronto unificó a activistas provenientes de otras organizaciones como la Confederación Nacional del Trabajo (CNT), la Federación Anarquista Ibérica (FAI), las Juventudes LIbertarias, Mujeres Libres (MM.LL) o los diferentes Ateneos. Mujeres adelantadas a su época que se plantearon una doble lucha: la social para alcanzar la transformación revolucionaria de la sociedad y la feminista, que pretendía lograr la propia emancipación de las mujeres.

Esto se explicaba así en la revista Mujeres Libres: “No luchamos contra los hombres. No pretendemos sustituir el dominio masculino por el femenino. es necesario trabajar y luchar juntos, pues de los contrario, nunca tendremos la revolución social. Pero necesitamos nuestra propia organización para luchar por nosotras mismas”.

La mujer, durante la Guerra Civil se nos presenta hoy en día como la imagen innovadora de la miliciana guapa y joven, rescatada por Vicente Aranda en su película “Libertarias”, que vestida de mono y cargando un fusil, marcha con paso decidido hacia el frente. Pero junto a esa imagen heroica de la resistencia beligerante, la mujer fue una pieza clave en fortificación de barricadas, en el cuidado de los heridos, en la canalización de los suministros, en la realización de servicios auxiliares de la guerra, en la formación profesional, en la organización de talleres de costura, o en el trabajo en los transportes. Aunque, sobre todo, hay que resaltar la labor de capacitación educativa y aprendizaje laboral dirigida a mujeres y niños de clase obrera, así como un buen número de manifestaciones culturales como bibliotecas móviles o publicaciones.

Y, hete aquí, que el escribiente, no puede sino quitarse el sombrero ante el extraordinario mérito de aquellas mujeres que iniciaron con coraje la construcción de utopías, en medio de aquel atraso social. E incluso, siguieron creyendo en su lucha al tiempo que yacían los últimos cenetistas, con las sienes partidas por la libertad. Entre la desesperanza y el debilitamiento que significó el exilio para el anarquismo español.