¿No les chirrían los oídos, señorías?
Por Manuel Morales, escritor
No estoy seguro de que los diputados que nos representan o deberían de representarnos a todos, sepan que significa la palabra “parlamento”. Parlamento es la acción de parlamentar, es decir: de hablar para llegar a soluciones y entendimientos. Todo lo contrario a lo que un día sí y otro también realizan sus Señorías en el Parlamento, la que es la casa de todos, y en donde se debería de predicar con el ejemplo. Los insultos, las descalificaciones personales, los modos chulescos y groseros de unos y otros, se han convertido en una constante, hasta el punto de que los terrenos en los que se mueven son cada vez más pantanosos, unos lodos movedizos que pueden convertirse en altamente peligrosos.
En muchas ocasiones he escuchado decir que la división eterna entre las dos Españas, se acabaría cuando desapareciera la generación que hizo la guerra, algo que prácticamente ya ha ocurrido. Por ello no alcanzo a comprender el odio exacerbado que rezuman personas jóvenes (políticos y no políticos) que no han vivido ni de lejos aquellos trágicos tiempos de guerra y postguerra.
Sus excelsas Señorías deberían de saber que, la crispación que ellos muestran, es la que se traslada a la calle y aunque la gran mayoría de ciudadanos tiene una actitud responsable, siempre hay descerebrados dispuestos a seguir el mal ejemplo que ellos nos transmiten.
Las personas de bien que, pese a todo, somos la gran mayoría en este país, nos escandalizamos con sus salidas de tono, ¿no les chirrían los oídos, Señorías? Pues deberían de dejar de mirarse el ombligo y empezar de una vez a hacer política, pero Política con mayúsculas y poner cordura en sus intervenciones, porque como decía antes, nos encaminamos, si no se le pone remedio, a lodos movedizos altamente peligrosos.