“Antes de aprender a hablar ya cantaba”

Paco Soto, aguileño de nacimiento y de corazón, se crió en Tánger y allí, de manera casi autodidacta, comenzó a hacer sonar con arte y sentimiento las cuerdas de una guitarra española. A punto de cumplir 23 años ya ha derramado su arte flamenco por América, Europa, Asia y África. Ahora llega al pueblo que le vio nacer para hacer a sus paisanos participes de esa vena gitana que le hace tocar la guitarra flamenca con la soltura con la que una gaviota sobrevuela la Isla del Fraile. Ese es Paco Soto. Pasión, sentimiento y amor por el flamenco.

Pregunta.-Paco, aprendiste a tocar la guitarra española casi antes de poder coger un tenedor para comer. ¿De dónde te nace esa pasión?
Respuesta.-Con lo que me gusta comer creo que nací con el tenedor en la mano pidiendo surtido ibérico. La música me ha gustado siempre, mi madre dice que antes de aprender a hablar cantaba. A mí me encanta creérmelo, así que supongo que me ha gustado desde que nací con un tenedor en la mano. Lo primero que toqué fue la armónica, con siete años. La guitarra vino el día que cumplí once años, y desde que la cogí supe que eso era lo que quería hacer yo en la vida.

P.-¿Desde pequeño tuviste claro que tu instrumento seria la guitarra y tu género el flamenco?
R.-Lo tuve claro desde que cogí una guitarra por primera vez. Junto con la guitarra, me regalaron un libro de acordes con las posturas de la mano dibujadas, y yo vi un Fa Mayor y dije «este me gusta para hacerlo». El Fa Mayor lleva cejilla, pero en el flamenco se le quita la cejilla para que tenga ese sonido flamenco. Yo como no sabía lo que era una cejilla, sin darme cuenta lo hice como se hace en el flamenco, y nada más hacerlo y oírlo salí corriendo al salón y grité a mi familia: ¡¡quiero ser guitarrista flamenco!! Luego me regaló mi hermano un disco de Paco de Lucía y mis padres uno de Camarón que compramos en una gasolinera en Granada, y ya tuve ídolos para el resto de mis días.

P.-Después de recorrer el Cante de las Minas de la Unión y la Fundación Cristina Heeren de Sevilla decides trasladarte a Madrid para seguir creciendo de la mano de Enrique Vargas. ¿Qué te aporta poder trabajar con un maestro como él?
R.-Enrique me lo aporta todo, es una persona que se mete dentro de ti para hacerte crecer y crecer. Mi hermano Juan consiguió que me escuchara a ver si me cogía como alumno. Llegué a su casa temblando y temblé más cuando vi que medía dos metros y mucho más cuando me empezó a gritar y a decirme los mil quinientos fallos que tenía, pero algo vio, y me cogió como alumno. Empecé a ir a Madrid cada fin de semana a su casa a aprender, y todo empezó a cambiar. Si no fuera por Enrique yo no sería guitarrista. Es un genio, ve lo que tienes y te lo exprime, te enseña bien (que eso es un regalo impagable). Si tienes algo especial te lo ve y te hace desarrollarlo. Con el tiempo se ha convertido en mi familia, mi tito Enrique y yo su sobri, que me sigue enseñando y poniéndome los pies en el suelo y espero que por mucho tiempo.

P.-El flamenco es un lenguaje internacional y de eso tú sabes mucho porque con tan solo 22 años ya has actuado en América, Asia, África y Europa. ¿Te imaginabas que podrías llegar a recorrer el mundo con la única compañía de tu guitarra española?
R.-El Flamenco es un lenguaje emocional, y las emociones llegan al corazón de las personas, por eso la gente disfruta del flamenco en todo el mundo. Pero son emociones puramente españolas, andaluzas, gitanas. No se puede ser flamenco sin entender o haber vivido cualquiera de esas tres culturas. El Sol, las casas pintadas de blanco, el jamón, el vino, los toros, que el amor sea una pasión desenfrenada, que las penas sean negras, partirse los zapatos bailando y romperse la camisa de un ole: la exageración. La gente del sur es muy exagerada emocionalmente y eso es muy flamenco, porque ser flamenco es sentirlo todo multiplicado por mil. Eso es lo que le falla generalmente a la gente de fuera que hace flamenco, que la mayoría no tienen la suerte de poder entender esto como algo propio y, o les falta, o lo trasmiten corriendo en el compás y haciendo mucho ruido, y eso es horrible. La exageración de una emoción hecha Arte puede ser un silencio, el flamenco se traga despacico y la velocidad viene en momentos. Y no, no me imaginaba que tan joven iba a estar teniendo la suerte que tengo de poder ir a tantos sitios a tocar.

P.-Acabas de llegar de Nueva York y allí el prestigioso Instituto Cervantes quiso contar contigo para realizar un recital. Después de algo así, ¿cuál es tu próximo objetivo?
R.-Mi objetivo es seguir aprendiendo y hacerme mejor guitarrista y mejor músico, y así pues supongo que irán viniendo más buenas oportunidades. No me siento especialmente orgulloso de haber tocado allí, tuve esa suerte, pero eso no me hace mejor. Aunque sí estoy contento por haber podido hacer ese concierto.

P.-El miércoles actúas por primera vez en la Plaza de Antonio Cortijos de Águilas. Un escenario emblemático y por el que han desfilado artistas de renombre. ¿Qué supone para ti poder actuar ante tus paisanos?
R.-Emoción pura. Tocar en el pueblo de uno es siempre muy estimulante. Ya toqué el año pasado en Tánger, donde me crié, y me tocaba Águilas. Va a haber familia y amigos entre el público, ¡qué más puedo pedir! Acostumbrado a tocar fuera y que tu gente no pueda ir a verte… pues estoy contentísimo. Además viene mi gran amigo José Manuel del Estad a tocar el cajón y Juañarito Carrasco al cante, que son tela de buena gente y buenos artistas.

P.-Siendo tan joven y sabiendo que la gente de tu edad se decanta más por géneros como el pop, hip hop o el house… ¿Alguna vez te has sentido un “bicho raro”?
R.-Pues no, yo nunca he tenido ese complejo, y si he tenido amigos a los que no les gustaba el flamenco se lo he metido por las orejas hasta que les ha encantado. Me gusta demasiado, no lo puedo evitar. Me paso el día cantando y haciendo compás.

P.-¿Cómo ves el flamenco en el panorama actual?
R.-Lo veo bien porque hay muy buenos artistas, cada vez es más fácil aprender y el talento, que siempre ha estado, es más fácil explotarlo. Veo que podría ir mejor si hubiera más dinero para hacer más cosas. En los Festivales suelen llevar siempre a la misma gente, que es la que genera más audiencia (porque interesa que los organizadores se cubran las espaldas de dinero fácil, lo cual es normal porque es un negocio), entonces personalmente echo de menos la variedad. Además, no paran de salir muy buenos cantaores, guitarristas y bailaores. El Flamenco es la música de las aportaciones y está destinada a una evolución imparable, cada día crece más y más. Yo antes era muy cerrado y sólo me gustaba lo puro, y ahora no entiendo a la gente que se niega a la evolución, cuando es el carácter del Arte.

P.-¿Qué esperas del futuro?
R.-Salud, comida y amor. Con eso puedes construir el futuro que quieras.

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