Los viajes de riesgo
Ahora parece que el debate anda de si se debe viajar o no a un país de riesgo.
Dadas las circunstancias, visto lo que ha pasado en Yemen, es legítimo plantear ese debate. Pero no deja de parecer un intento más por coartar la libertad de los unos por los otros. Un intento grosero de que los que no se mueven de su casa, o como mucho van a Terra Mítica, les digan a los que se mueven de verdad por el mundo que se corten, que no vayan, que no les conviene, que menos salir……
Como ya se sabe , medio mundo sabe perfectamente lo que le conviene al otro medio. Y un servidor, por ejemplo, ha pasado más miedo en Terra Mítica que en algunos países islámicos. Y he aprendido infinitamente menos. En los segundos no paras de ver realidades, a veces crueles pero casi siempre nuevas para el occidental, en la primera puedes ver un barco que va sobre raíles o el fantasma de Zaplana revisando la caja.
Tengo un amigo que, siempre que preparo un viaje, me dice que acabará yendo a recogerme en una caja de zinc al aeropuerto de Alicante. Pero lo dice con tanto cariño que no soy capaz de vislumbrar intención de coartar mi voluntad. Tampoco lo ha conseguido nunca. Pero es que, por ejemplo, en mi viaje a Yemen (con la agencia Banoa, precisamente) no tuve problema alguno, a no ser el overbooking de Iberia para ponerme en París.
Tras ello, los tres atrevidos amigos tuvimos que hacer un trayecto no previsto: Madrid – Roma – Addis Abeba – Djibouti – Sanáa , que nos supuso unas 24 horas de paliza. El resto del viaje en tierra yemenita fue tan aleccionador y sorprendente como habíamos previsto. Es cierto que el Ministerio avisaba que era preferible no ir, pero esa es su labor avisar, no prohibir. A no ser que tenga que recogerte con una cucharilla y traerte en un saco de plástico, y eso lleve un coste. Eso es otra cosa.
El caso es que dar un salto de 400 años atrás sólo con un vuelo de 4 horas no deja de ser algo tan sorprendente que, al menos a un servidor, no ha saciado todavía, ni en Yemen, ni en Siria, ni en Irán, ni en Marruecos, ni en Uzbekistán. También allí pasan cosas que aquí ya no pasan, como que los consejeros del rey Mohamed VI se echen, en un descuido, muchos millones de dirham al bolsillo de la chilaba, o que en Irán se autorice a las mujeres a convivir con hombres solteros siempre que ellas hubiera amamantado a sus novios cinco veces, con lo que se entiende que son como de la familia. Parece raro, pero ese edicto se publicó hace unas semanas. Como el de que beber la orina de Mahoma es una bendición. Creo que hay unos cuantos buscándola infructuosamente, porque el pobre Mahoma estará como la mojama. Con perdón.
En los países donde la religión no ha permitido avanzar a la sociedad pasan estas cosas y otras más raras, como que la peña se líe a tortas (a sí mismos, autotortas se llama) a mitad del rezo de las cinco de la tarde, en la mezquita chií de Damasco.
Que nadie me lo han contado.
Pero al menos, para el susto, te sirven un té caliente mientras ves cómo le dan lametones a las barras doradas del mausoleo del yerno de Mahoma, el muchacho que se casó con Fátima, sí hombre, seguro que os suena. De todas formas, estas creencias merecen un mínimo de respeto, no porque sean válidas para nosotros, sino porque hay tantos millones de personas, que la cantidad, como concepto, supera a la calidad.
Imagino a los escandinavos que nos visitaban hace 40 años, alucinarían en colores de lo que veían : como un grupo de tíos gordos bañándose en Palomares en Marzo……