Periodistas: entre la libertad, la ética y el morbo
Hay veces en las que, a pesar de que se tiene claro lo que se va a escribir, se hace difícil redactar un titular que resuma claramente la idea de lo que a continuación se va a exponer. Este es precisamente el caso y ruego a los lectores que se dignen a introducirse en este artículo, que no tengan ningún reparo en cambiar libremente el enunciado del mismo.
Hace unos meses leíamos en muchos diarios nacionales el siguiente titular: “Un cabo de los Mossos (policía autonómico catalán) salva la vida de un ladrón de coches al que perseguía”. La noticia precisaba que el delincuente, de 23 años y origen marroquí, era ya muy conocido en la comisaría de Lleida, donde volvía una y otra vez después de ser detenido y dejado en libertad por el juez en numerosas ocasiones.
Parece ser que José Gálvez, que así se llamaba el policía, había acudido en apoyo de una patrulla que acababa de perder el rastro de un individuo al que seguían tras sorprenderle reventando coches frente a un hotel. Esos agentes vieron cómo el hombre saltaba por un terraplén que da aun canal y después le perdieron la pista. El cabo Gálvez avisó a los bomberos al temer que esa persona había caído al canal. Pero parece ser que el ladrón se había podido agarrar a algún saliente y había aguantado así casi una hora hasta que la corriente lo arrastró, sin fuerzas ya para asirse a las cuerdas que le lanzaban. Gálvez se ató una de ellas a su cuerpo y después de varios momentos de tensión, en los que incluso llegó a soltarse el nudo, logró cogerle de una mano y salvarle la vida.
Hasta aquí el relato de lo sucedido. No voy a entrar en la valoración de la actuación del cabo ya que me parece obvio. Pero sí querría poner de manifiesto las diferentes opiniones que se vertieron en alguno de los foros que últimamente se agregan a las noticias en la mayoría de diarios que tienen además su propia página web. Todos podemos decir lo que pensamos, aunque se advierte que el “moderador” censurará los que vayan en contra de las más elementales normas de educación y los que resulten ofensivos contra personas o instituciones. Nada más lejos de la realidad, puesto que algunos medios ya cambiaron la palabra “ladrón” por la de “marroquí” directamente, iniciando una cascada de insultos e improperios contra esa comunidad y contra los inmigrantes en general.
Curiosamente, el “moderador” dejaba añadir comentarios como éstos: “Lo tenía que haber dejado que se ahogara, así tendríamos un moro y un ladrón menos, ZP, espabila, ¡expulsiones ya!”; “Suspensión de empleo y sueldo al “mosso” y trabajos para la comunidad. Por uno que se ahogue hay 100.000 de repuesto”; “Eso, sálvalo y así podrá seguir robando y quien sabe si también matando”; “Al día siguiente el moro estará tobando otra vez, reagrupará a sus familiares para que vengan a robar o a curarse las sarnas que cogen en su pueblo, donará dinero para el terrorismo islámico, pagará para que le hagan la “ablandación” o circuncisión a sus hijos y dentro de mil años serán medio europeos. ¿Dónde nos has metido? ZP canalla.
Naturalmente estos foros permiten el total anonimato y esto acentúa los comentarios de todo tipo. También los había que alababan la proeza del agente, pero desgraciadamente el “moderador” prefería subrayar los de índole racista para así favorecer el morbo y las respuestas de los internautas. Al final, más de cien comentarios lamentables, insultantes y encarnizadamente racistas que seguramente servirán al director del periódico para resaltar que ese mes lo han visitado miles y miles de personas que, digo yo, han caído en la trampa de responder a comentarios que no merecen ni tan siquiera ser leídos.
Por desgracia, todo ese conjunto de morbosidad y juego peligroso prolifera en nuestros medios de comunicación. La audiencia manda y los sociólogos tienen trabajo. Me gustaría ser optimista y pensar que esto ha sido una anécdota sin importancia. Querría incluso confiar en la ética profesional de la mayoría de los periodistas y también en la imparcialidad de sus actuaciones. Pero me inclino más por creer en la fuerza de la gente, de los ciudadanos, hombres y mujeres que debemos huir del maniqueísmo, de la vulgaridad y de la manipulación para ser más cultos y más libres.