Sensatez (II)
Gerardo Caíña Lamas
Nadie osa poner en sus Programas bajar impuestos o precios de los carburantes, por poner sólo dos ejemplos, ni tampoco nadie pone en su programa la subida de los sueldos acorde con la realidad de los precios ni bajar el precio de los productos al consumidor por poner otras dos propuestas. Y podría poner unas 50 propuestas más sacadas de mis conversaciones con los pequeños empresarios o con las gentes del campo, propuestas de las que a ningún partido se les ocurrió, lamentablemente, ni mencionarlas.
Ahora bien, si olvidamos la crispación y volvemos a la sensatez en política exterior y en política interior, la esperanza de mejoras generales son obvias y así celebraríamos con harta felicidad los 30 años de democracia que se han cumplido este mes de junio. Son sólo 30 años, por lo que somos casi unos adolescentes y todavía no tenemos una democracia madura sino en proceso de aprendizaje, pues, como todo, hay que aprenderlo porque la educación es la esencia de la distinción del ser humano frente a los demás seres existentes.
Así que espero que la evolución positiva, que es lo suyo, continúe y ya vemos como se habla de la lógica y del sentido común de dejar gobernar a las listas más votadas como se decía en Canarias e insinuaba para Baleares o Navarra. En definitiva, que con la experiencia vamos aprendiendo pues el tiempo se encarga de colocar a cada uno en su sitio y eso es inapelable a pesar del lamento.
En este trigésimo aniversario de nuestra moderna democracia parece, pues, que hay motivos para seguir esperanzados y descubrir que en el triunfo del sentido común no hay retorno, sino evolución hacia un progreso cada vez más perfecto como no podía ser de otra manera, pues esa es la esencia de nuestra civilización: aprendiendo de los errores y no repitiendo los fracasos del pasado. Esta podría ser una definición del concepto de sensatez.