El pequeño Buda

Hay veces que una noticia te asalta a la vista, o mejor, te salta a la vista y asalta a tu conocimiento, que tampoco es mucho, y te deja absolutamente absorto.

Y no se trata de la nueva foto de familia de la idem real. O sea, de la foto de los Borbones españoles en el palacio que el Estado les presta, de gañote, en Marivent para que se solacen de tanto stress durante las otras tres estaciones del año, no; ni que cada vez sean más en esa real familia de hembras tan productivas, no.

Tampoco la noticia de que el señor Rato se quede con una pensión vitalicia de casi diez kilos al año, que el hombre debe habérselos trabajado. No digo yo que no; aunque piense que hay quién se los trabaja más. No, tampoco es eso. Se trata, para no incordiar más, de ese titular de hace unos días, de un periódico nacional de reconocido prestigio prosocialista (aunque no le guste a la directora de la Biblioteca Nacional) que hablaba de que el Estado chino va a prohibir reencarnarse en Buda. No es una noticia, es un notición. Una noticia realmente bella.

Lo que ha sido durante miles de años se va a acabar, como el frotar………..
Ahora el gobierno de esa gran nación que tantas alegrías nos ha dado en décadas anteriores, ha decidido que eso de que Buda tenga reencarnaciones cada dos por tres, se va a ir terminando. A partir de ahora encontrar a un niño con aspecto de buda en ciernes se va a revisar minuciosamente. Que luego no nos toman en serio, posiblemente hayan pensado, con acierto sin duda, las autoridades del gran país.

Recuerdo que aquí, no muy lejos, en un pueblito de la Alpujarra granadina nació, hace quince o veinte años, un niño sobre el que alguien decidió que era una encarnación de ese dios benévolo y poco castigador. Y mandaron al nene al Tíbet, y lo pusieron a rezar todo el santo día, y se lo presentaron al Dalai Lama, que le dio su bendición, como no podía ser menos. Y le encomendaron altos designios.

Y posiblemente el niño se hartó de tantos parabienes y quiso volver a casa a jugar con sus amigos terrenales, pero no, estaba marcado, a su pesar con la santa carga de ser heredero del gran Buda. Y aquella historia, que no recuerdo cómo acabó, fue tan atractiva y morbosa para tanta gente como la conversión de Richard Gere, que también debió ver la luz en la parte oscura de algún plató de las muchas y malas películas que filmó. Y es que hay que tener cuidado con lo que se fuma.

Bueno, pues eso de que salgan cada año unos cuantos aspirantes a ser un buda reencarnado se va a acabar. Ahora hay que pasar un filtro riguroso para ser designado por el dedo, no divino, del Estado chino.

Me imagino que , a partir de ahora, habrá que presentar una instancia en regla, con tres copias ( para la institución, para el Lama y para el interesado ) conformada por los funcionarios y con sus pólizas franqueadas para ser correctamente diligenciada. Y luego, una comisión de chinos expertos en descendientes del altísimo estudiará los méritos del pobre chico, hijo posiblemente de padres creyentes. Tras muchos estudios y exámenes valorarán si el muchacho es considerado adecuado para el cargo, que no es moco de pavo, oiga ( aunque no tenga una nómina como la de Rato ) y decidirán si Buda ha dejado encargado a sus más fieles que cada año surja una reencarnación y siempre exista un pequeño Buda viviente en el que referenciarse la peña.

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