Problemas de enfoque III
Retomando mi teoría de los últimos artículos, podemos observar esos enfoques automáticos que muchas veces realizamos, dejándonos llevar por los prejuicios personales, a veces ajenos, que nos acuden cuando valoramos algo que nos pasa por delante.
Por ejemplo, en el deporte. Cuando vemos a tantos aficionados al fútbol viendo un partido de su equipo y, escuchando la radio, esperando que un tercer equipo pierda, aunque sea a mil kilómetros de distancia. Cuando tantos aficionados esperan que gane el Barcelona tanto como que pierda el Madrid ( y viceversa ) es muestra de que el enfoque no es el correcto. Si al aficionado realmente le gusta el fútbol le basta con que su equipo juegue bien, le divierta y, si es posible, sea mejor que los demás. Pero esperar que gane los partidos a costa de que el portero contrario se lesione o que el árbitro expulse a dos jugadores contrarios, o que gane trofeos a costa de que los demás pierdan no parece muy deportivo. Muestra de un mal enfoque.
En automovilismo, por ejemplo, tampoco es legítimo que Fernando Alonso gane porque Schumacher ya se va haciendo mayor, o porque Montoya pinche, o porque Raikonnen tarde demasiado en echar gasolina. Alonso será mejor en cuanto sus contrarios estén al máximo de sus fuerzas. Alonso será campeón del mundo con todas esas circunstancias de su lado, es cierto, pero no será el mejor si no lo es por sí mismo.
No es lógico, ni deportivo, esperar que Gibernau gane las carreras porque Rossi está con gripe en cama.
Esos enfoques automáticos (como en las cámaras digitales), a veces, se equivocan y nos confunden , haciéndonos perder la visión perfecta de una imagen, haciéndonos ver la realidad distorsionada.
Posiblemente el ansia de ganar a toda costa, aunque sea en la personalización de alguien que veneramos como un corredor de motos, de coches o un equipo de fútbol, nos hace ser tan irracionales que preferimos ver la realidad distorsionada hasta el punto de esperar el castigo del prójimo a cambio de que el beneficio o el éxito caigan de nuestro lado.
Continuando con la tónica del aficionado deportivo que antes he descrito, podríamos acabar viéndole desear que el Madrid no exista, o que Fernando Alonso se presente sólo en la parrilla de salida o que Gibernau compita con corredores con scooter.
El despropósito, a veces, nos hace perder los puntos de referencia que debieran ser: la deportividad, la pugna entre contrarios en las mismas condiciones, los encuentros realizados con caballerosidad, educación y elegancia, los partidos sin necesidad de insultar al árbitro ni a los del equipo contrario, etc.
Posiblemente hable de un mundo deportivo ideal; posiblemente no hable de este país, ni de Inglaterra, ni de Italia, ni de Argentina…
Pero también, posiblemente, si muchos no se desahogaran en los estadios, las cosas serían mucho peores en sus casas o en las calles.
Lo que no quita para que reconozcamos que hacemos los enfoques como nos apetece, pero casi siempre a nuestra conveniencia, alejados de la más mínima objetividad.
Es mi punto de vista, y de enfoque.