Una de miedo
El otro día me ví en la agradable situación de tener que ir al cine por motivos de trabajo. Por motivos de trabajo es la razón oficial, pero ir al cine casi siempre me resulta gratificante. Ay !!! , casi siempre. Me encontraba en una capital de provincia y acudí a los multicines más cercanos, allí elegí dos películas para ver. Para ver si podía echar una cabezadita. Pues bien, se me ocurrió pagar 4,5.- Euros para ver “Bandidas”, por aquello que, al menos, las dos chicas protagonistas son muy guapas. Pero, leche, son más guapas calladitas, porque los diálogos que el director puso en sus hermosos labios, las hicieron empezar a parecer y ser insoportables a las dos, a la mejicana y a la española.
Mi consejo: ir a ver la película, sí, pero con un walkman, con la música que cada cual prefiera, que no tiene por qué ser mejicana. De ese modo se puede uno divertir viendo a estas dos hermosas latinas en decenas de situaciones propias de los spaghetti-western de hace 35 años, podrá también quedarse sorprendido por las veces que se cambian de ropa y las veces que se pintan los ojos de manera contrapuesta al estilo de vida que han decidido llevar (en la peli, digo). Vas a entender igual el argumento si las escuchas a ellas como si te quedas abstraído oyendo a Deep Purple, como un buen ejemplo que se me ocurre. La película es fácil de captar (no como las películas de Tarantino) y no se te va escapar nada que sea determinante, lo juro por Kubrick.
Quizá no me fijé que es una película infantil. Pero es que me confundieron ..…..los escotes, mayormente.
Para seguir la sesión cinéfila, en el colmo de los despropósitos de un amante del cine no se me ocurrió otra que pagar por ver una de miedo ( cuyo título prefiero no recordar ) .
En ésta pude dormir menos, porque nada peor que ir con chanclas a un cine altamente refrigerado, que se te hielan los deditos y tienes que frotarlos para no perderlos.
La gracia de la película está en que el montador sube el sonido de golpe cada vez que ¡! sugiere ¡! una supuesta escena de terror. Después de varias de ellas, capté que esa era la señal subliminal. De otra forma no se podía comprender. Y así no hay quien eche una cabezadita. La protagonista era una niña como la del exorcista pero sin echar la pota.
Bueno, los ojos en blanco sí que se le ponen de cuando en cuando, pero no hay “gomiteras”; los efectos especiales son ligeramente cutres y creo que el chico que hace los vídeos de la fundación FAES, con su genial programa informático, los hace mejor.
Pero la situación de miedo de verdad se produce cuando el montador ( o quizá era el operador de la sala… ) se cae encima del mando del sonido. Los costes de rodaje, sin duda, debieron ser muy bajos porque apenas salen de una casa de madera, en la que se mueve todo menos el perro.
Los niños dan unos batacazos increíbles contra las paredes y al padre, un triste fin para un Donald Sutherland inexpresivo e inerte (nada que ver con “Los violentos de Kelly”) le dan unos dolores de riñón que parece necesitar una litotricia urgente; y una Sissy Spacek que, como siempre, aporta una cara de susto y de acabar de llegar de viaje, que ya vino bien como acojonada en “Desaparecido” y como poseída en “Carrie” , pero que no aporta nada a la película esta vez : es un ser inerte del que podían haber prescindido. Pero donde realmente se gastaron poco fue en el guionista, que si se ponen y buscan, se pueden tropezar con alguien con dos ideas nuevas en la mente, pero no, se fueron al “escurrimble” de los guionistas: un tal Solomon, que se ve obligado a pagarse su absurda película para poder sacarla.
Bueno, de que no se va a incorporar a la historia del cine, estoy seguro .
Al menos si de mí depende.