¡Pobres ricos estos humanos!
Tuvimos conocimiento, hace unos días, de que un hombre italiano de 64 años ha estado viviendo como indigente en la ciudad de Florencia, mientras tenía escondidos en su casa, entre montones de basura, 430 lingotes de oro de 100 gramos cada uno y con un valor de 800.000 euros. Ahora, este “pobre hombre” está ingresado en un hospital de la ciudad. Los Servicios Sociales y la Policía Municipal llevaban tiempo intentado localizarle, tras la denuncia de un vecino por los malos olores que llegaban de esa vivienda.
Por motivos de sanidad pública los bomberos entraron a la casa por una ventana, para dejar pasar a los agentes, que encontraron montones de libros, muebles, comida, basuras y excrementos. Durante la limpieza del apartamento, se encontraron los 430 lingotes de oro, dentro de varias cajas y escondidos en la basura, así como varias monedas de oro.
Al establecer la identidad del hombre, la policía descubrió que hasta hacía poco tiempo había frecuentado los mejores restaurantes de la ciudad y era propietario del local de una farmacia de la que cobraba un alquiler. No es el primer caso de estas características que llega a nuestros oídos, ya que en los últimos años se han encontrado en muchos lugares personas viviendo en estas circunstancias.
La pregunta que nos hacemos ante estos hechos es ¿Por qué llega un ser humano a un estado mental semejante? Se trata de tener riqueza suficiente para vivir holgadamente y, sin embargo, ignorarla, considerarla como basura, y padecer hambre y miseria. En realidad, si miramos a nuestro alrededor vamos a encontrar muchas personas en circunstancias parecidas; quizá no alarmantes, tal vez menos extremas, pero, a fin de cuentas, no haciendo uso de la riqueza que poseen. Son los “pobres hombres y mujeres ricos” de nuestra sociedad.
Personas incapacitadas mentalmente para valorar el privilegio que tienen por contar con bienes abundantes para vivir. Algunos siguen trabajando con ahínco para tener más y más, aunque no disfruten de nada. Otros ni necesitan trabajar, pero ejercen una existencia mezquina, vacía y sin sentido.
Por otro lado, conozco muchos ricos (entre los cuales me encuentro) que, sin tener dinero ni propiedades, viven disfrutando cada día del bienestar que les aporta su trabajo cotidiano, con plena conciencia de que es un privilegio tener un hogar, por muy modesto que sea, la alimentación necesaria y un bienestar social que compartimos en comunidad. Sobre todo si tenemos en cuenta los millones de personas que subsisten pasando hambre y todo tipo de necesidades, a pesar de la riqueza y el derroche los llamados países desarrollados.
Con el oro encontrado entre la basura de ese hombre de Florencia se podría mitigar el hambre de miles de personas y salvar la vida a muchos de ellos. Mundo disparatado éste en que vivimos. Egoísmo, ambición, avaricia y envidia dominan por doquier. El desorden reina. Mientras tanto DIOS dice: “Buscadme y viviréis”.
Cuanto más ignora el ser humano a su creador, cuanto más se aleja de ÉL, más se hunde en la miseria y en el caos. La humanidad se autodestruye voluntariamente, porque se ha apartado del Camino de la Vida.