EL CALOR QUE NO CESA

Que el valle del Guadalentín sea conocido desde la antigüedad como una zona de muy escasa pluviosidad, no es nada nuevo, ni sorprende a nadie a estas alturas.
Que nos hallamos situados en un terreno con una estructura fértil, en cuanto a la calidad de las tierras, tampoco debería sorprender a nadie.

Prácticamente todas las grandes civilizaciones de la antigüedad, que sean preciado de llamarse así, por aquí han ido recalando siglo tras siglo.

Todo esto es historia conocida, pero lo que nos trae hasta nuestra actualidad este recurrente problema en nuestros lares es lo extremo de este año 2016. Las noticias conocidas son que tenemos aproximadamente un 30 % menos de lluvia, y en algunas zonas concretas aumenta esta cifra.
No es que nos acordemos de Santa Bárbara cuando truena, es que últimamente ni tan siquiera truena, y privamos a nuestros niños de cantar aquello de “que llueva, que llueva…”

Y lo que es más importante aún, que empieza a mostrar signos de desertificación extrema. Hasta tal punto esto es así, y es el motivo principal de este artículo, que hace dos o tres días hablaba con un vecino que siempre suele tener unas magníficas cosechas de almendra , y que le ayudan , según me comentaba, a cuadrar de alguna manera la maltrecha economía familiar:
– ¿Qué tal la cosecha este año? Parece buena.
Santa ignorancia la mía, la verdad.
– Un desastre, un desastre. No solo porque ha habido mucha menos cantidad de almendra, hasta el punto de no cubrir gastos, sino que por primera vez en mi larga vida estoy viendo como los almendros se secan a un ritmo infernal.

Y a continuación dijo;
– Y teniendo en cuenta que los almendros están adaptados a terrenos de secano y que suelen ser muy resistente, no quiero ni pensar en que estará pasando con otros tipos de árboles y plantas.

Tal vez no somos conscientes de que es un recurso de vital trascendencia, y que rogativas aparte, sería necesario escuchar a quienes son los más perjudicados, y empezar a realizar un plan de acción que tenga como eje principal, pero de verdad, el manejo integral, la sumatoria de esfuerzos, y la determinación del agua como recursos esencial no sujeto a disposiciones que no tengan en cuenta el mayor aprovechamiento, y el derecho a un recurso que es vital, y por tanto ha de ser de todos.

De no ser así, y se lleva mucho tiempo a vueltas con esto, mucho me temo que este vecino va a tener razón y el desierto vendrá con mucha más virulencia y crueldad que el que podemos ver en las películas de “Mad Max”. No demos lugar a que esto ocurra.

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