¿Ignorancia, falacia o utopía (I)?
Gerardo Caíñas Lamas
Ni ignorancia, ni falacia ni utopía sino electoralismo. Pero esta posición es decimonónica. Ahora en pleno siglo XXI ya no hay tontos, ingenuos o ignorantes. Y por eso no cuela.
¿A qué me refiero? A la oferta del gobierno andaluz, que saltándose a la torera el gobierno de España (ambos deberían coincidir y coordinarse), nos ofrece fácil acceso a una vivienda al 90% de los españoles como mínimo.
Si se afirma que las facilidades y la oferta es para quien gane menos de 3.100 euros al mes, creo que los 40 millones de españoles, 30 largos estamos en un sueldo bastante inferior a ese. Si la media de los sueldos en España es de 1.500 euros ¿qué cabeza puede afirmar semejante propuesta?.
Bueno, dicen que ganar por lo menos esos 3.000 euros y un tercio, o sea 100 euros irán destinados a pagar la vivienda. Así nos apuntamos todos. Mil euros para la hipoteca y 200 para vivir al mes . ¡Genial! De repente todos con casa y con un aceptable poder adquisitivo.
Pero nadie puede creérselo, comenzando por el propio ministro de Economía, el jefe de la Oposición, millones de socialistas y el resto de los españoles. Es inviable, insostenible e impensable en el actual Sistema político Mundial porque el armamento, la investigación en el espacio, etc. llevan grandes partidas de los presupuestos nacionales.
En un Sistema Globalizador Humano no se trataría de ninguna ignorancia, sino de una gran inteligencia, de ninguna falacia, sino de una gran verdad y necesidad, de ninguna utopía sino de una sabia y eficaz realidad. Pero mientras no cambien las prioridades de los dirigentes políticos a nivel nacional y mundial, las teorías, las normas, los derechos humanos seguirán siendo papel mojado y seguiremos asistiendo a una constante orquesta de legalidades injustas y justicias inmorales.
Este es el verdadero caballo de batalla. El hombre quita y pone leyes y a eso se le llama legalidad vigente y al aplicar la legalidad vigente se dice que se está haciendo justicia. Pues no siempre, Señores. Ironías de la vida, de nuestra pobre inteligencia. ¿Y qué me dicen de los sufridos consumidores que ya están endeudados hasta los huesos con sus hipotecas? ¿Quién se acuerda de ellos? Y además somos consumidores y sufrimos la subida galopante de todos los productos, usos y servicios.