“Me gusta ser el cura de la calle, no de despacho”

El Padre Manuel Amatriaín, párroco de la Iglesia de San José desde hace dos años, cuenta con un largo currículum de vivencias que, amablemente, ha compartido con nuestro equipo de redacción. Antes de ordenarse como sacerdote pasó cinco años de misionero en Sudamérica y estuvo encargado de varias zonas del Amazonas brasileño. Desde su puesto de misionero “aprovechaba para denunciar injusticias y dar a conocer que lejos de esos parajes idílicos que nos enseñan por televisión se esconde un mundo aterrador donde se exterminan tribus enteras para arrebatarles el territorio”. Vasco de pura cepa confiesa echar de menos a su familia porque ha sido educado en valores tradicionales pero acepta que hay que “dejar un camino para seguir otro”
Pregunta.-¿Cuánto tiempo lleva al frente de la parroquia de Águilas?
Respuesta.- Casualmente el 11 del mes pasado hizo dos años. Como suele suceder en estos casos, el Obispo considera las necesidades de cada parroquia teniendo en cuenta el perfil tanto de ésta como del sacerdote que va a hacerse cargo de ella. Y este ha sido el caso que me ha llevado a Águilas.

P.- ¿Qué necesidades cree que tiene Águilas en estos momentos?
R.- Mi idea parte de revitalizar la parroquia por medio de la familia entre otras cosas. Partiendo de la bade que existen diferentes formas de ver la vida, mi deseo es que se respire un clima de familiaridad, unidad, un camino conjunto que enriquezca el bien común. En definitiva, como la misma expresión contempla, “hacer parroquia”, una comunidad de hermanos, fraternidad… un lugar donde testimoniar los valores del Evangelio. Desde mi punto de vista, lo primordial es promover la justicia y la caridad. Hay una crisis del ser humano, una individualidad que, desgraciadamente, crece cada día, bajo ese lema de “sálvese quien pueda”. Así, la crisis económica es en parte una crisis de valores porque estamos construyendo una sociedad como una selva donde sólo el más fuerte sale adelante dejando víctimas en el camino. De esta manera, esta crisis de valores provoca un conflicto entre unos y otros que a veces acaba en violencia. Por ello, desde la parroquia intentamos estar al servicio de los más desfavorecidos. Recononozco que éstos son mi debilidad y que me gusta ser un cura de la calle, no de despacho. Me gustaría que, poco a poco, el pueblo me viera como un cura cercano, no una figura de despacho. Mi actitud es de visitar las casas, he visitado casos de niños y ancianos con situaciones de abandono y he intentado, dentro de mis posibilidades, detectar casos similares que necesitan ayuda. Todo esto tal y como dijo Jesús: “he venido a buscar a los enfermos, no a los sanos”. De esta forma voy con el Evangelio en la mano y no con el libro de leyes y más que imponer dogmas prefiero el Evangelio que lucha por la justicia. Las leyes ya se aplicarán después. Parto de la base de que nunca hay que cuestionar la vida de los demás sino llevarles esperanza. Por ello me dirijo a las autoridades para que trabajen por el bien común, porque aquí hay un índice de paro -cada vez menos, todo hay que decirlo-, personas mayores abandonadas, niños con desarraigo familiar y abogo por ver personas y no números.

P.- Hay capítulos muy interesantes en su vida como su estancia de misionero en el Amazonas…
R.- Efectivamente fui misionero en un lugar del Amazonas llamado Belen do Para desde el año 1975 hasta 1980, ordenándome sacerdote al año siguiente. Éste es un estado muy grande situado al nordeste de Brasil donde se encuentra la amazonía que está siendo deforestada. De hecho, dicen los ecologistas que era éste “el pulmón de la tierra” que ha sido deforestado por intereses humanos. Dentro de esta situación existen muchas tribuss que han sido exterminadas por el “progreso” y el “desarrollo”. Se autodenominan como una “sociedad emergente” y la triste realidad del interior del país es que hay una gran pobreza, mucha hambre y viven miles de personas en condiciones malísimas con muchos problemas de drogas, delincuencia, etc.

P.- Desde la Iglesia hay una gran preocupación por la crisis de valores en los jóvenes. ¿Cómo ve usted la juventud en Águilas?
R.- Han cambiado la formas de vivir en sociedad y como tal, somos hijos de la sociedad en que vivimos. Hay que reconocer que, tristemente, somos hijos de una sociedad insolidaria, frustrada… liberal malentendida ya que, desde mi punto de vista ser liberal no es hacer lo que ‘de la gana’ ya que la vida de uno depende de los otros. Aún así, decir ‘juventud’ es decir ‘mañana’, es lucha, implica inquietud. Se les ha puesto un cliché de pasotas, de frialdad de valores y no hay más que entrar un poco en su mundo para descubrir que sí que existe nobleza de sentimientos. Creo que los jóvenes piensan que la Igesia se ha alejado de ellos porque le han impuesto normas obsoletas pero no es así, estamos trabajando en esto. El joven de Águilas es alegre, cariñoso, cercano, con corazón, con sentimientos…
Obviamente no se hace lo mismo que antiguamente pero sí que se hacen cosas nuevas muy útiles como tareas solidarias en ayuda a los demás. No son únicamente reunionens de fe sino enviados misioneros a transformar Águilas, es decir, misiones solidarias dentro de la localidad. Aquí tenemos la suerte de que hay muchas asociaciones que, desde la Iglesia tenemos el deber de proteger y potenciar todo lo que se pueda porque eso es futuro para Águilas. Gracias a éstas los más desfavorecidos se sienten acompañados. Hay un cauce de presencia aquí en la parroquia donde contamos también con un grupo de jóvenes para formarse en el Evangelio y conocer el mensaje de Jesús. También estoy intentando captar a la juventud por medio de proyectos más novedosos como los musicales y el teatro ya que pienso que, a través de ahí, los jóvenes se van a acercar a la parroquia.

P.- Nos consta que su parroquia está implicada de manera continuada en labores serias de caridad. ¿Podría explicar a nuestros lectores de qué se tratan?
R.- La labor humanitaria que realiza tanto Cáritas como Hogar Betania está cobrando cada vez más relevancia en la localidad. Este último nació con el deseo de fundar un comedor social y con ellos estamos trabajando para buscar un local adecuado y hacer que este proyecto se convierta, lo más pronto posible,en una realidad. Es impresionante la cantidad de gente que acude a buscar comida, la necesidad que hay en la calle… Por eso hay que intentar darle una respuesta a ese tipo de personas. No se puede consentir que una sociedad aavanzada conviva con estos nieveles de probreza.

P.- ¿Qué difrencias encuentra entre los feligreses aguileños y los de otras partes?
R.- He estado en tres parroquias distintas entre sí. Unas con los valores huertanos muy arraigados como el sacrificio, la familia por encima de todo… Águilas es más cosmopolita y esta realidad es positiva porque se enriquece pero también se disgrega y, a veces, se hace algo difícil. Aquí impera el ecumenismo (diferentes maneras de vivir la fe cristiana) y a mí me gustaría resumirlo en que la fe es la entrega a los pobres.
Águilas , además de los Sacramentos, demanda apoyo en la pérdida de seres queridos buscando esa esperanza que podemos darle desde la fe. Por eso pido que no haya prejuicios por la figura del sacerdote; vengo para servir y si no lo hiciera estaría negando mi vocación.

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