Castigando a Dios

No creo en DIOS porque ÉL tiene la culpa de todo lo que pasa, especialmente de lo que me pasa a mí. Por SU culpa murió mi hijita, así que ahora yo lo voy a castigar”.

Algo así debió pensar ese asesino que entró en un colegio de una Comunidad Amish en Pensilvania y mató a cinco inocentes niñas. Ni más ni menos; si su hija no vive que tampoco vivan las de los demás. Así castigó ese hombre tan inteligente a DIOS y después se suicidó él. Por ahí podía haber empezado, por quitarse de en medio y no hacer daño a nadie. Pero, claro, ahora vendrán los profesionales, estudiosos de la mente y el cuerpo de los humanos, diciendo que ese individuo estaba enajenado, que era víctima de antiguos traumas y que no sabía bien lo que hacía porque su mente estaba enferma y perturbada. Eso es; digno de lástima ¡pobre hombre!

Porque decir que se trataba de un malvado asesino está desfasado. Porque la expresión “hombre malo” hoy día está en desuso; es arcaica. No existen malas personas, existen personas “con problemas psíquicos”. Somos tan comprensivos y solidarios… No se cómo se sentirán de comprensivos con este individuo los padres y familiares de esas niñas asesinadas con premeditación y alevosía. Y en cuanto a DIOS: ¡Menudo castigo se ha llevado con la venganza de este justiciero!

Es estupendo eso de tener a alguien a mano para culparlo de todo lo que nos acontezca. Me llama la atención la gente que confiesa no creer en la existencia de DIOS, pero que cuando le parece bien culpan al Creador de todo cuanto les da la gana a ellos. Se quedan sin recursos, sin explicaciones a sus contrariedades y entonces reconocen la responsabilidad de DIOS en todos sus males. ¿En qué quedamos? ¿Existe o no existe?

El rey David escribió en uno de sus Salmos: “Dice el necio en su corazón: No hay Dios. Se han corrompido, hacen obras abominables; No hay quien haga el bien”. La necedad persiste en el corazón (o la mente) de los seres humanos, a pesar de los adelantos de la ciencia y el desarrollo de los conocimientos y la cultura. El apóstol Pablo (Saulo de Tarso) escribió en su Carta a los Romanos: “Pues habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias, sino que se envanecieron en sus razonamientos, y su necio corazón fue entenebrecido”.

Esta es una definición muy actual, a pesar de que han pasado dos mil años por el ser humano, desde entonces. Ya sabemos que la ignorancia es muy atrevida, por eso el hombre o la mujer se enfrentan a DIOS y le piden cuentas, cargados de razones y derechos. La soberbia los corona.

Procuremos más bien ser responsables de nuestros propios actos y aceptar que vivimos en un mundo con dificultades, problemas y adversidades, fruto del desorden y del desequilibrio que nosotros mismos hemos implantado. Dejemos de buscar culpables en quienes depositar nuestros rencores e impotencias. Y, por lo que a DIOS se refiere, no es ÉL el que tiene que darnos explicaciones a nosotros, sino nosotros a ÉL.

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