El Águilas no coge ritmo esta temporada y «coquetea» con la zona de descenso

Los albizaules sufrieron ayer un penalti esperpéntico en el último suspiro del partido, que impidió que ganaran su primer partido fuera de casa

FUENTE: Prensa Águilas Fútbol Club

El Águilas Fútbol Club empató a uno ante el Juventud de Torremolinos Club de Fútbol en el encuentro disputado esta tarde en el Estadio Municipal El Pozuelo y correspondiente a la octava jornada del campeonato en el Grupo IV de Segunda Federación. Los blanquiazules se adelantaron en el marcador por medio de un gol de Javi Castedo, si bien un penalti esperpéntico en la última acción del partido posibilitó que el Torremolinos pusiese las tablas en otro duelo en el que Fran Alcoy y los suyos merecieron más.
Juan Carlos Valero Barrales. Ese es el nombre del único responsable de que el Águilas no sumase hoy su primera victoria lejos del Rubial en once meses. Sí, el único, lo han leído bien. Hoy no vale eso de que “hay que meterla”, ni hay cabida para el “no se puede perdonar tanto”. Sencillamente, no procede. Porque el cuadro blanquiazul iba a ganar el partido y no le han dejado. Tan duro, como evidente.
No cabe en ninguna cabeza que el árbitro (que, por cierto, no está de más recordar que era un colegiado andaluz pitando a un equipo andaluz) viese que un pelotazo al pecho de Mario Abenza fuese motivo de penalti. Es que no puede ser, señoras y señores. Es imposible interpretar mano en ese toque con el músculo pectoral. Sirva de ejemplo que la palabra “Urcisol” tiene siete letras y la última, esa ‘L’ tan cercana al brazo, se ve con nitidez cuando uno detiene la imagen en el ‘frame’ del presunto contacto. ¿Cómo es posible que se tapen las demás, pero esa no? Es una pregunta retórica, ya se lo decimos nosotros: porque la pelota ni se aproxima a golpear en una zona punible. La acción que ha costado dos puntos a un Águilas tan necesitado de los mismos no es siquiera gris, discutible o rigurosa. Lo que sí es, como rezan el subtítulo y el primer párrafo de esta crónica, es un esperpento que sólo puede responder a intereses sibilinos.
Porque un error no tiene nada que ver con esto. Y una concatenación como la que están padeciendo los nuestros desde el inicio de temporada, mucho menos aún. Traigámosla al presente, ya puestos. Gol anulado a Ebuka por vaya usted a saber qué frente al filial del Almería, roja ridícula a Nando en San Fernando cuando mejor estaba el Águilas, penalti y expulsión no señalados ante el Xerez cuando apenas transcurría un cuarto de hora de partido, máxima tolerancia frente a las pérdidas de tiempo del Estepona en un partido en el que el árbitro obvió otro penalti y una clara segunda amarilla… Paren cuando quieran, pues la lista es extensa. Y a todo ello, hay que sumar el esperpento (repetimos la palabra sin titubeo alguno) de esta tarde en el Municipal El Pozuelo. Nuestro club no se merece este trato tan injusto y reiterativo semana a semana. Ya está bien.
Del partido, por decir algo que justifique la crítica al arbitraje y que apele a lo que ocurrió sobre el césped con el balón en movimiento, el resumen más sencillo es que la primera parte no tuvo nada que ver con la segunda. Ni en lo relativo a los méritos acumulados para la victoria (balance equilibrado en el primer tiempo y de claro color blanquiazul en el segundo), ni en el nivel de entretenimiento de cara al espectador, mucho más acentuado en el tramo final del duelo. Fran Alcoy tuvo mucha culpa de ello en el mejor de los sentidos, pues las sustituciones que fue introduciendo a partir del descanso mejoraron las prestaciones ofensivas de un Águilas que acumuló ocasiones de todos los tipos en las botas –y la cabeza- de Kensly Vázquez, Joel Rodríguez, su tocayo sueco o Javi Castedo, autor del único tanto de los nuestros en Torremolinos, su cuarto del curso.
A la pregunta “¿Por qué esa superioridad no se tradujo en la primera victoria como visitante en once meses?” pueden responder, si lo ven oportuno, lo mismo que ya sugeríamos hace una semana después del 0-0 frente al Estepona: el Águilas atraviesa una situación en la que, para ganar, necesita hacer demasiadas cosas bien. Esa es una posible explicación. La otra, que no es excluyente, es que lo de los arbitrajes en contra ha alcanzado un punto crítico que requiere una respuesta tan contundente como la del postpartido. El Águilas se merece un respeto.

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