La canción desesperada

La semana pasada les contaba la agonía de un capullo deshojado por las manos suicidas de un compañero ebrio de poder. Y el tema aún me da vueltas en la cabeza, porque no encuentro la salida de este triste laberinto. La situación en la que queda mi Partido me recuerda a aquel verso de Neruda en el que clamaba: “ Ese fue mi destino y en él viajó mi anhelo, y en él cayó mi anhelo, ¡todo en ti fue naufragio!”. Sí, el destino traidor quiso dejarnos huérfanos de timonel en un viaje a la deriva y los anhelos se nos helaron con la llegada de los fríos y los desengaños.

Y tras la tormenta, el silencio. Los restos del barco golpean contra la orilla de las páginas de los periódicos y las gaviotas se sumergen en las aguas para despedazar con sus picos asesinos los cuerpos maltrechos de los náufragos. ¿Queda algo de esperanza? Tal vez subirse a otro barco; tal vez nadar en solitario; tal vez dejarse mecer por las olas hasta que el silencio nos deje sordos o el traidor vuelva en sí y nos despierte con un escalofriante grito de desesperación.
“Abandonado como los muelles en el alba. Sólo la sombra trémula se retuerce en mis manos. Ah, más allá de todo. Ah, más allá de todo. Es la hora de partir. ¡Oh abandonado!”.

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