ARTÍCULO DE OPINIÓN: «LAS CUEVAS DEL RINCÓN»
Por Juan Hernández Calvo
Francisca (Q.D.E.P.) era una de tantas personas que vivió en las Cuevas del Rincón. Muy amablemente colaboró en este artículo.. Nació en 1946 y vivió con sus padres en la cueva que hizo su abuelo en 1865.
La cuevas estaban formadas, generalmente, por dos habitaciones y una entrada- cocina, de un total de unos 50 o 60 m2, aunque si el terreno lo permitía se hacía la cueva más grande dándole mayor profundidad. Había que picar la tierra y sacarla, y después se echaba en la puerta para hacer camino, o se tiraba a la escombrera que había en el cabezo que daba al mar. Algunas cuevas tenían la fachada, y algunas también el interior, pintada con cal; la mayoría tenía la puerta de entrada de madera pillada con yeso. En la misma puerta, o enfrente, había como un pequeño jardín en el que se criaban conejos, pollos, pavos, etc. En estas cuevas no había agua, luz, ni retrete.
El agua había que recogerla, cuando caía, del grifo más cercano, de los que había en el barrio, o en el hogar, o de un grifo que estaba cerca del cuartel de la Guardia Civil (donde hoy está el semáforo del Club Náutico).
Me contaba también Francisca que la mayoría de los habitantes de las cuevas eran pescadores y que había familias que no tenían donde vivir y que se juntaban hasta doce familiares en una misma cueva, y que a veces dormían y comían por turnos. Solían cocinar en la puerta, ya que de hacerlo en el interior se llenaba todo de humo. Pese a tanta pobreza, se vivía con tranquilidad, ya que no había robos, ni grandes peleas. Como la vida en una barriada de pescadores, pero muy pobres.
Francisca recordaba que en su cueva, la número 15, había vivido bien, hasta que las tiraron todas. Y que en el año 1952 la agrandaron entre los cuatro hermanos y el padre: tenía 60 metros cuadrados, con dos habitaciones y una sala-comedor-cocina, y solo una ventana. La tenían muy bien arreglada, con puerta y ventana de madera, y en ella vivían seis personas. Cuando las derribaron se fueron al grupo de las 20 casas en el Barrio de Colón, que tampoco tenía ni agua ni luz.
No me supo decir Francisca la cantidad de cuevas que había. Y mucho menos recordar las numerosas familias que por allí habían pasado, ya que era habitual el ir y venir de sus habitantes. Sí recordaba el traspaso que se hizo, por importe de 15.000 pesetas, de una vivienda muy cercana a su cueva.
(Yo recuerdo haber leído de algún historiador que sobre 3.000 personas habrían vivido en las cuevas).
La primera de las tres fases de entrega de viviendas fue en el año 1956. Con veinte viviendas unifamiliares en el Barrio Colón. En marzo de 1972, la Delegación Sindical Provincial escrituró el grupo de veinte viviendas protegidas en el denominado barrio de Cristóbal Colón a los habitantes de las cuevas. Las veinte viviendas construidas en el paraje “Bol de la Virgen” o “Cuevas del Rincón”, las casas unifamiliares que lindan con el grupo Crucero Baleares, ocupaban una superficie por vivienda de 95, 57 m2, y construida de 57, 55 m2 habitables. Fueron escrituradas con un valor de 14. 061 pesetas y 82 céntimos.
La segunda fase de entrega de viviendas a los habitantes de las cuevas fue en 1958. La Organización Sindical entregó un grupo de 84 viviendas, consistentes en siete pabellones con doce viviendas, de 47 m2, cada una, teniendo 3 habitaciones, cocina-comedor, cuarto de baño, y balcón a la calle. Las viviendas no tenían luz, ni agua. Con un valor por vivienda de 29.327 pts. En algunas de ellas han estado viviendo a la vez tres generaciones: hasta 11 personas.
La tercera fase de entrega por la Delegación Provincial de Sindicatos fue en 1970. Dieron las llaves sin entrada de las cien casas del grupo “La Ágilica” en el barrio “El Labradorcico”. Este grupo de casas de planta baja y adosadas tenían tres habitaciones, un salón comedor, cocina, cuarto de baño y un patio. Las viviendas disponían de agua, y la luz la pusieron después. Estas casas se entregaron a la mayoría de los que vivían en las cuevas antes del derribo. Algunos no las cogieron por no tener dinero para los muebles, o porque no podían pagar el mantenimiento: doscientas pesetas mensuales durante unos diez años. Las viviendas que quedaron sin habitarse se dieron a otras personas necesitadas.
Hace ahora unos cuatro años que se han escriturando las casas a las personas que legalmente les correspondía, pagando unos 1.500 €.
En una placeta que estaba situada frente al bar “Costa Azul”, en el llamado ”Bol de la Virgen” o “Barrio de Colón II”, había una Iglesia donde se celebraban las misas, bautizos, comuniones, alguna que otra boda (en aquella época, la chica se iba con el novio y ya está), se sacaba a la Virgen en procesión, etc. Además había dos escuelas, un arco de obra y una pequeña tienda en el interior de una cueva: ”La ramonetera”. Y en otra cueva funcionaba una especie de bar-tienda “del tío Fernando”, quien podíamos decir que era como un alcalde de barrio. Generalmente se vendía “fiao”, y cada uno pagaba cuando podía.
Frente a los pabellones había otra pequeña tienda que la puso la tahona, y después la compró la señora Lola Coronado; y enfrente una cantina (prostíbulo) que lo tenía ”El Tío Colorín” (padre del Juanico). Cuando Fransena inició la urbanización, la tienda la pasaron a una antigua escuela, y después al bajo del pabellón 6; y la taberna prostíbulo se trasladó a una cueva que había al lado del “tío Fernando”.
Donde hoy está el Mar Azul había un estanco; y después estuvo el bar de Guerrero, la discoteca el Buzo, el hotel Estela Maris, D. Ángel y Dña. Ludy. Y tantas personas que ya no están entre nosotros…
Los grifos donde se cogía agua, en cántaros o en garrafas de cristal: había un grifo en la explanada, al lado de las escuelas, entre las casas bajas y los pabellones; otro cerca de la playa, al lado de donde tenía el bar el “tío Fernando”, y otro en el Hogar Hospital de Sangre. En la Plaza del Auditorio, este último lo hicieron unos ingleses, a primeros del año 1900; y había otro más frente al Cuartel de La Guardia Civil, ”Barrio del Bol” (hoy frente al Club Náutico, donde está el semáforo).
Cuando en el barrio veían movimiento de gente en el Hogar (hospital de la sangre), llevaban cacharros por si sobraba comida. Pero siempre había más personas con necesidad que comida. Era de agradecer lo que daban, y lo más importante: que lo hacían con agrado. (Hace aproximadamente unos 50 años que dejaron de venir personas al hogar).
En el año 1931, el Ayuntamiento acordó poner una escuela para niños en el “Barrio del Bol” o Barrio de Colón. Allí estuvo de maestro, entre otros, D. Pedro Martínez. Después, al lado, se hizo otra escuela para niñas, que tenían prohibido, bajo castigo, asomarse para ver la escuela de los niños. A la niña que a la entrada o salida se mezclaba con los niños le decían “marimacho”.
Allí estuvieron de maestras, entre otras, Doña Amalia Corredor, Doña Carmen Pérez, Doña Joaquina Noguera y Doña M. Carmen Hidalgo. En 1915, Doña Mari Carmen y varias alumnas se reunieron para celebrar el 50 aniversario de las alumnas de la escuela del Barrio de Colón.
El Ayuntamiento acordó adquirir una parcela de terreno propiedad de Doña Isabel Gabarrón Martínez, situada en el citado barrio, junto al hogar, con capacidad suficiente para la ejecución del proyecto de construcción de viviendas económicas, formulado por el Gobierno Civil. Los terrenos fueron cedidos gratuitamente por el Ayuntamiento, llamándose justicia social. Cuando se hizo el replanteamiento del terreno para la construcción de las citadas viviendas, aparecieron gran número de restos humanos, varios objetos enteros y fermentados como ánforas, vasijas, tapaderas de barro, etc, lo que hace pensar en la existencia en ese terreno de una necrópolis romana.
Un día del año 1972, siendo alcalde Don Emilio Landámburo García, el Caudillo de España mandó al jefe de la Policía de Madrid a decirle al capitán de la Guardia Civil de Águilas que a las 8 de la tarde llegaría el yate “Azor”, para que avisara al alcalde y que estuvieran preparados para salir a su encuentro y fondear el barco en la bocana del puerto. El alcalde, que era también el práctico del puerto, subió a bordo y cuando estaba en cubierta frente el Caudillo, éste se interesó por las cuevas del rincón, ya que se veían desde la cubierta del barco, por el proyecto de la construcción de viviendas y el derribo de las cuevas, lo que se hizo durante el mandato del alcalde.
En el periodo 1973-74 se tiraron las cuevas. Y en 1976 se inició la construcción del Centro de Formación Profesional para 360 alumnos (hoy el I.E.S. Alfonso Escámez), en un solar de unos 6.000 m2, donado por la Asociación Artes y Letras que, entre otros, la formaban D. Alfonso Escámez y D. Jesús Fernández.
Historia de las cuevas
Señala José García Antón en su libro ”Breve Historia de Águilas”, refiriéndose a las cuevas del rincón: “El asentamiento en la Edad de Bronce debió tener una larga duración: hasta la llegada de los fenicios, que pudieron establecerse en la Isla del Fraile para comerciar con los habitantes del Cerro de los Alacranes, ejerciendo sobre estos un proceso de aculturación. En tanto, los habitantes de las cuevas, si bien se mantenían separados, fueron también integrándose en un modelo de vida con una pacificación del territorio que permitió el establecimiento de nuevos asentamientos: uno costero hasta Cabo Cope y otro en el interior, fundamentalmente minero, en Tébar.
Águilas en el siglo XIV, y en su principio Aquila, Puerto de Águilas o simplemente Águilas. Todo hace ver que nos encontramos ante un asentamiento urbano. Su función económica, principalmente será como puerto de Lorca, pero también la pesca y una cierta actividad agrícola.
Un agrupamiento de chozas o pequeñas viviendas, utilizando los materiales romanos que hay en la superficie; pero sobre todo hay un hábitat en cuevas que trepan por los cabezos del Molino y del Castillo, además de un agrupamiento importante de éstas que perdurará a través de los siglos y que, tras periodos de abandono, se volverán a ocupar en el Cabezo de las Cuevas, que cierra por Levante la bahía y en cuyo extremo está la pequeña figura en roca del águila que dio nombre en los tiempos de Roma al fondeadero y después al poblamiento. Es un modo de vida que perdura a través de los siglos y que tal vez se remonte al Neolítico”.
Según Antonio Cerdán, en el libro “Águilas a través del tiempo”, el Cabezo de las Cuevas se llamó en otras épocas “Cabezo del Bol de la Virgen”. Con fecha 28 de febrero de 1946, siendo alcalde D. Carlos Marín Cervetto, se aborda a propuesta del Gobierno Civil de la Provincia el importante problema para Águilas de la destrucción de las “Cuevas del Rincón”, un humilde barrio de marginados que desde tiempo inmemorial, vive en este paraje situado en el barrio del Bol de la Virgen, ”verdadero emporio de pobreza y degradación social, que en condiciones infrahumanas sobrevivían al paso del tiempo, al margen del tiempo y del desarrollo de Águilas”.
Es una pena que no dejaran al menos una cueva sin derribar, para que nos mostrara lo que se vivió en ese momento, lo dura que fue la vida en esas cuevas.
Mi agradecimiento a todas las personas que me han ayudado para poder hacer este artículo. A todos, gracias.