Una violación diaria

Los cimientos del Palacio de Justicia de Pamplona tiemblan todos los días que se celebra el juicio, por la violación de una joven durante los sanfermines.
Los cinco acusados que forman el grupo de “La Manada” se defienden diciendo que el acto fue consentido. Se proyectan vídeos en la sala, se cuenta con detalles aquel calvario, preguntan si gritó, si pataleó o si se defendió. Se investiga si los días siguientes a la violación, la joven hacía su vida normal, si sonreía, si salía a la calle, si hablaba con sus amigas. En definitiva, si vivía.
Lo primero que los psicólogos aconsejan a las víctimas es que intenten hacer su vida normal. Es un ejercicio de valentía y de superación enfrentarse al día a día, a la vez que intentan asimilar y olvidar el ataque. Pero, cuando se tienen que enfrentar a un juicio mediático como este, la recuperación se les hace más difícil.
Debería agilizarse este tipo de juicios. Cambiar el sistema de interrogatorios, en los que a la víctima se le hace sentir culpable. Prohibir que se difundan los detalles más íntimos, que no ayudan en nada a las atacadas. Y exigir que los violadores cumplan las penas íntegras.
No solamente la violaron aquella fatídica noche, se la está violando cada día. Asistimos, desde nuestras casas, desde nuestros lugares de trabajo o incluso en los bares, a una violación masiva hacia esta joven, que es cuestionada y juzgada como si ella no fuera la víctima.
Por lo visto y oído, para demostrar que fue violada, tendría que haber peleado ella sola contra los cinco lobos de la manada, como si fuera una experta en lucha libre. A las mujeres siempre se les ha dicho que no se resistan si son atacadas, para que no sufran más daños y, porque la mayoría de las veces, esa resistencia activa les sirve a los violadores de incentivo para ejercer una acción más violenta.
“¿Cerró usted bien las piernas?”, es una de las frases tan terribles que se siguen oyendo en los juzgados. O como en “el caso de la minifalda” donde aquel juez de Lérida, le dijo a la joven violada, que bien pudo ella haber provocado al violador por llevar la falda tan corta.
Ya está bien de tanta violencia machista que a diario siguen sufriendo tantas mujeres, vilipendiadas y humilladas.
Es inaudito que se permita en el Juzgado de Pamplona, que los cinco acusados se callen sin saber qué contestar cuando el juez les pregunta, en qué se basan para decir que la joven consintió el acto. A lo que el abogado, Agustín Martínez Becerra responde con esta frase: “Ellos ya intuyen cuando una mujer quiere o no”. Este es el alegato magistral que encumbrará a este abogado como un maestro del machismo más absoluto.
Los médicos forenses han declarado que las lesiones y erosiones que presentaba la joven eran compatibles con una agresión sexual. Y su abogado Carlos Bacaicoa afirma que en el audio se demuestra claramente que no hubo consentimiento de ningún tipo.
A esta joven la encontraron en estado de shock, le habían robado el móvil para que no pudiera llamar a nadie, mientras ellos huían. Estaba llorando de impotencia y de rabia. Con todo el pánico del mundo encima, con el frío de aquel portal en las entrañas y con la violencia machista de tantos siglos acumulada.
Hace unos días se celebró el XV Congreso sobre la Violencia de Género contra la Mujer, donde profesionales de todos los ámbitos trataron este tema en profundidad. Se llegó a apuntar la necesidad de incluir en el sistema educativo la asignatura de “Ciudadanía”. Enseñar a los niños y a los jóvenes comportamientos cívicos en las calles y en la sociedad. Instruirlos en la igualdad de género entre hombres y mujeres. Educarlos en los valores que se están perdiendo pero, sobre todo, que aprendan el significado de las palabras respeto y tolerancia.

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