Fastidia bastante que la pilas no estén en el juguete
Así se avanza en la vida: primero uno cree en los Reyes Magos, luego uno no cree en ellos y, finalmente, creemos en los Reyes Magos a pies juntillas. Hay que joderse!!!
De alguna manera, la política no deja de ser una Navidad, a pesar de que a muchos se le estén empalagando los Ferrero Rocher, y eso que aún la caja está a medio abrir. Y digo esto, porque virginalmente, las ideologías políticas nos llevan a gozar de sus placeres, sin darnos cuenta de que todo es una mentira: el ideario de la derecha y la izquierda española no pasa de ser un pantomima, que se evapora como un polvorón una vez concluye la jornada electoral.
Las campañas están llenas de palabras vacías y, sobre todo de miedo, de miedo a ver la realidad. La pasada semana ilustraba esta situación con una cita de Otto von Bismarck: “el político piensa en la próxima elección; el estadista, en la próxima generación”.
Claro está, es mejor hacer un guiño a la asfixiante situación agrícola y pesquera de Águilas o al pasotismo de los jóvenes. Preferible mirar para otro lado y discutir sobre los cansinos “Programa Agua” o “Agua Para Todos”, mientras la agricultura no deja de ser una hipoteca en un banco o Caja de Ahorro, que están más de moda…
¿Para qué queremos agua si no va a quedar un tomate en nuestros campos? Primero fue Pascual Hermanos, después Agrícola Durán y, según dicen, tras las elecciones le toca el turno a Urcisol; otras empresas, en cambio, mantienen el tipo gracias a la venta de terrenos, comprados en su día por “cuatro duros”.
Circunstancias como el cambio climático y, sobre todo, los volátiles ciclos económicos – valgan de ejemplo las épocas del esparto, la minería o la alcaparra- están sentenciando a la agricultura; en cuanto al agua, actualmente en Águilas sobra. Por cierto, que nadie piense que lo digo tan freso, tan alegremente: la mitad de mi familia vive de la agricultura.
Sin embargo, si hubiera predisposición política, aún le podrían quedar unos años al sector. Pero va a ser que no. Con Marruecos no se puede competir y son ya más de 500 las empresas que tienen intereses en el país alahuí, incluyendo las agrícolas murcianas. Y es que, con la hectárea alquilada a 189 euros, agua gratis, salarios irrisorios y la permisividad del gobierno central, una vez se han sobrepasado los cupos de exportación, nadie puede competir.
Ante este panorama sólo queda plantear un modelo económico diversificado, que seguro que tendrá su sitio en las diferentes campañas, tras un enero que llegará sin ascensores.
En fin, termino mi artículo con un dicho divertido muy adecuado en estas fechas, así como en las venideras elecciones: “Primer descubrimiento en la mañana de Navidad: las pilas no estaban incluidas con el juguete”