El espíritu de la Navidad

El fin de año se acerca y parece que todo el mundo es abducido por lo que llaman “el espíritu de la Navidad”. En muchas ocasiones me he preguntado a qué se refieren con esa denominación, por que realmente pocas personas se paran a pensar en estas fechas.

La mayoría se mueven arrastrados por el “espíritu” consumista, los adornos navideños y las compras compulsivas. Se dejan llevar por lo que dicta el Corte Inglés, que parece haber sido nombrado por consenso popular el patrón de los cambios de estación, al margen del calendario. Cegados por las luces, los árboles atestados de bolas de colores y los cansinos villancicos (la mayoría con letras carentes de sentido), se olvidan de una realidad que late detrás de toda esta parafernalia.

Si una parte pequeña de este planeta se gasta lo indecible en adornos, dulces y demás historias, movidos por el “Espíritu de la Navidad”, una gran parte de hombres, mujeres y niños viven en la miseria, ajenos a esta carrera inconsciente de luces y cánticos. Tienen razón; no he descubierto América, pero les invito a que se paren a pensar en el “espíritu” que les mueve en estas fechas y que le den vacaciones por Navidad.

Se supone que lo que se celebra es el nacimiento de Cristo en un pesebre humilde. Y se supone también que era nada menos que Dios y si el Creador del Universo dio una lección de humildad así, ¿cómo es posible que lo festejemos con un derroche de lujo sin sentido?

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