Carpetazo
Aunque todavía no ha terminado el proceso completo, me da la sensación, y eso me alegra, de que el presidente de los españoles (mal que les pese a muchos) ha dado con la tecla.
A partir de un compromiso electoral se había visto en la obligación de admitir a trámite un despropósito llamado “Reforma del estatuto catalán”. El tema ha dado para muchos meses de diatribas, de enfrentamientos verbales y también para que los espumosos catalanes sufran una revancha del resto de los españoles. También ha dado lugar a reflejar un sentimiento general de que España no debe admitir una propuesta tan absurda, un inicio de secesión tan sibilino y arrogante. Más de 40 millones de españoles estábamos tan de acuerdo en rechazar el “Estatuto…” como en salir de la guerra de Irak, en la que nos metió el pequeñajo con bigote de cuyo nombre prefiero no acordarme.
Para mí que Zapatero ha conseguido engatusar a los tres cabecillas independentistas y darles coba durante 6 meses, haciéndoles creer que su propuesta era viable. Luego ha aprovechado la indignación general para afianzarse en el sentimiento de unidad que tenemos la inmensa mayoría y mandarles muy lejos. O en eso está.
Vamos a ver, si no hemos claudicado ante los vascos con casi mil muertos, no hay razón alguna para que lo hagamos ante los catalanes, por más elegantes que sean.
Ya Manuel Azaña se encontró con un problema parecido allá por los años 30, en los inicios de la II República, se metió en un callejón con pocas salidas, pero pudo salir airoso. Zapatero parece haber aprendido de aquel republicano y ha hecho casi lo mismo.
“Carpetazo al estatut de los collons”, parece que les ha comentado, hablando catalán en la intimidad (como el innombrable), y a otra cosa, que este país necesita todo el tiempo para gobernarse, que siempre nos acaban distrayendo los zagales nacionalistas.
Algunos conquistadores españoles aprovecharon el ímpetu y la cerrazón, y el odio al vecino, de los pueblos indígenas que invadieron para azuzar y tener contra las cuerdas a los indígenas más duros de conquistar. Es una estrategia militar y política.
Zapatero ha hecho uso de ella para dar palmaditas en la espalda de ese otro señor con bigotito que se hace llamar Carod, de ese otro que parece un galán antiguo con tupé que se llama Mas y el otro, el inefable Maragall, que pasa por encima de los compañeros en su camino para mantenerse en el sillón.
Han picado el señuelo y se han dado cuenta de que todo era teatro, que no iban en la dirección que pretendían. Lástima que sólo se hayan dado cuenta de eso y no se han apercibido del desprecio de 40 millones de conciudadanos que no admitimos aventura como la que pretendían, que no íbamos a admitir que fueran solos y mucho menos que fueran mejores, con más historia, más listos y más ricos. Porque el delirio de ese despropósito ha sido mantener que las diferencias a su favor sólo debían servir para ellos, que no valía igualar a todas las regiones en administrar sus propios recursos, prescindiendo del Estado, que la justicia para ellos sería la justicia catalana, que sus dineros no saldrían de allí, que su lengua sería preponderante sobre la española, que su selección nacional sería la catalana, que su representación en el extranjero serían sólo las Embajadas de Cataluña.
En fin , de esas cosas parecen que aún cayendo como caen, no las van a entender nunca.
Menos mal que la cordura está en la mayoría y la democracia se basa en ella para justificarse.
Siempre he pensado que Zapatero los torearía y así parece que será, pero lo ha hecho con elegancia, sin perder la compostura y las formas que perdió el anterior presidente.